TRIBUNA ABIERTA
Nord Stream 1 y 2: un sabotaje sólo al alcance de actores estatales
Las detonaciones se produjeron en una zona del gasoducto que no se encontraba enterrada, esto es algo determinante para poder encontrarlo bajo el agua para poder adosarle la carga
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Hay un hecho determinante ante la cuestión de si se trató o no de un acto de sabotaje, y es que diversos sismógrafos del Mar Báltico detectaron importantes liberaciones de energía de manera instantánea, del orden de 2,3 y 2,1 grados de ... la escala de Richter. La naturaleza de las ondas sísmicas producidas por seísmos difiere de las provocadas por detonaciones, entre otras cosas por la instantaneidad de éstas últimas.
Como operador EOD Submarino -especialista en desactivado de explosivos-, sé que los sismógrafos pueden detectar ondas sísmicas de 2,1 grados Richter con cargas de alto explosivo de algo menos de 130 kg de TNT, siempre y cuando éstas se encuentran perfectamente emplazadas en el fondo. Por lo tanto, las cargas explosivas que sabotearon los gaseoductos deberían ser equivalentes a entorno 100 y 200 kg de TNT. Detonaciones de ese tipo serían más que suficientes para romper los gaseoductos de Nord Stream. Sobredimensionar las cargas dificulta su manejo bajo el agua, sin aportar ninguna ventaja.
Las detonaciones se produjeron en una zona del gasoducto que no se encontraba enterrada, esto es algo determinante para poder encontrarlo bajo el agua para poder adosarle la carga. En el ámbito submarino, el contacto íntimo resulta incluso más determinante que la cantidad de explosivo en lo referente a los efectos destructivos de las detonaciones, por lo que los artefactos debieron emplazarse en íntimo contacto con los gaseoductos. Si además se empleasen cargas enfrentadas para provocar un efecto de corte sobre el metal, los efectos destructivos se incrementarían notablemente.
Una operación de este tipo debería haberse desarrollado totalmente desde el ámbito submarino, donde la discreción es máxima. El riesgo de poder ser detectado en superficie no es asumible. Lo más probable es que las cargas se emplazasen con algún vehículo submarino con autonomía suficiente como para entrar y salir del Mar Báltico sin ser visto, o con el apoyo de alguna otra plataforma naval capaz de recuperarlo de manera discreta. Esto sitúa el sabotaje sólo al alcance de actores estatales.
La orden de detonar debió darse días o semanas antes de que se produjeran. El sistema de iniciación de los artefactos es probable que fuese un temporizador sencillo. Cuanto más simple sea, menores serán las probabilidades de fallo o de dejar restos. Un sistema de iniciación comandado o a voluntad bajo el agua, sólo puede hacerse por cable o señal acústica, lo cual implica estar cerca y disminuir la discreción.
Las posibilidades de hallar evidencias en el fondo marino del Mar Báltico, que nos puedan llevar al verdadero responsable son muy bajas. Si es difícil encontrar las secciones dañadas del gaseoducto de decenas de toneladas que evidentemente siguen estando justo ahí, imaginen la dificultad de encontrar algún pequeño resto que pudiera haber quedado de los artefactos. Además, incluso si se encontrase algo, sería difícil descartar la posibilidad de que haya sido depositado deliberadamente para intentar dificultar las investigaciones.
Con esto no quiero decir que no debamos investigar las detonaciones, sino que debemos ser realistas y no poner todas nuestras esperanzas en la posibilidad de hallar la verdad en el fondo marino del Mar Báltico. Cuanto antes asumamos esto, antes podremos avanzar en la investigación y quizás en la recuperación de la operatividad de los gaseoductos.
El traqueo de los buques y especialmente de cualquier otra plataforma naval con capacidad de intervención submarina que haya navegado durante el mes anterior a las detonaciones, cerca de donde se produjeron las fugas de gas, es un buen ejemplo de lo que potencialmente podría ser una investigación más fructífera.
En cualquier caso, la UE tiene el derecho y el deber de conocer toda la verdad de lo sucedido. Para ello se debe respetar la objetividad e imparcialidad de las investigaciones que se realicen. Afrontar la verdad podría llegar a ser incluso más duro que el propio sabotaje, pero lo será más para el responsable.
Son muchas las sospechas que brotan de la herida de la desconfianza que se ha abierto en Europa y que podría llegar a infectar nuestras relaciones internacionales si no logramos sanarla a tiempo. Solo la verdad puede hacer desaparecer esa sombra de la traición que oscurece nuestros pensamientos, y es que estas heridas, si no cicatrizan bien, nunca lo hacen.
No puedo evitar que las detonaciones submarinas en los gaseoductos de Nord Stream, me recuerden al sabotaje del Maine de 1898 en la Habana, del que se acusó infundadamente a España, provocando un gran sufrimiento para nuestra nación. Por honor a la verdad y a nuestro pasado, no debemos caer en ese error de verter acusaciones infundadas sobre nadie.
Rafael F. Carreño es buzo, especialista en desactivado de explosivos (EOD).
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