A pesar del trauma del Brexit, «nadie es una isla en sí mismo»
Muerte de la Reina Isabel II
Las opiniones políticas están excluidas en una familia reinante y aunque se le atribuye una simpatía hacia Europa, al Rey Carlos III jamás se le escuchó una opinión sobre el hecho que más ha marcado la vida de los británicos en los últimos años

Las intervenciones políticas de cualquier miembro de la Familia Real británica son tan sutiles como poco frecuentes. Mucho menos cuando se trataba de un asunto tan espinoso y divisivo como fue el debate sobre la salida del país de la Unión Europea. Nadie ha escuchado ... jamás un pronunciamiento público del nuevo monarca en una cuestión tan relevante para su país y sobre la que los ciudadanos ya se han pronunciado en referéndum. Sin embargo, se puede deducir claramente que a Carlos III le importa mucho la proyección exterior de su país tanto como las relaciones con su principal vecina, Ir landa, que son dos temas igualmente vitales para la UE.
Isabel II fue tan escrupulosamente discreta en este asunto que los comentaristas solamente fueron a buscar entonces un indicio sobre su opinión personal en los colores de la bandera europea -azul y amarillo- que vistió en una ceremonia de la apertura del Parlamento y que algunos interpretaron como un guiño a la UE. También se cree que el ahora Príncipe heredero, Guillermo, era el más ferviente partidario de que el país hubiera seguido siendo miembro de la familia europea, pero en público nadie le ha escuchado decirlo. Basta que haya bautizado a su primer hijo como Luis, que es un nombre utilizado por muchos reyes de Francia, para que cierta prensa sostuviese que Guillermo guarda para sí sus simpatías europeístas.
¿Qué piensa el ahora Rey Carlos III de Europa y de las relaciones de su país con sus antiguos aliados? Durante los años de aquella discusión que separó profundamente a los británicos, siendo Príncipe heredero tampoco osó hacer un pronunciamiento público en ningún sentido porque eso habría supuesto que medio país se hubiera sentido ofendido aunque la otra mitad habría estado de acuerdo con él. La prensa británica ha intentado escrutar cualquiera de sus gestos en busca de algún indicio y en 2019 tuvieron que esperar a un viaje oficial al minúsculo estado caribeño de Santa Lucía para escucharle decir que «la Commonwealth ha sido una piedra angular de mi vida desde que tengo memoria y, a través de todo el desafío global sin precedentes de las últimas siete décadas, me parece que la Commonwealth sigue siendo tan vital hoy como siempre». Una mención que algunos interpretaron como una referencia a la necesidad de que el Reino Unido no debe estar solo y lo convirtieron en una alusión a que supuestamente se oponía a la salida de la UE.
Carlos III ha sido testigo de la desaparición del Imperio Británico y aunque ha realizado múltiples visitas a los países que lo compusieron en el pasado, es consciente de que durante la segunda mitad del siglo XX, el mundo ha cambiado radicalmente y su país también. Se lo pudo explicar perfectamente su tío abuelo Luis Moumbatten que fue una de las personas que más influyeron en su educación y que había sido el último Virrey de la India, cuya independencia significó el final de la Gran Bretaña imperial.
El 'soft power' de Carlos
Robert Jobson, periodista especializado en la vida de Carlos de Inglaterra y autor de varios libros sobre sus vicisitudes y las de su familia, es de los pocos que se atrevió a intentar intuir en primera persona la opinión del actual Rey en un asunto tan espinoso. En su opinión, desde hace cierto tiempo, se había dedicado a ejercer una influencia discreta en el 'Foreign Office' como lo que en inglés se define como 'soft power', basada sobre todo en su red de amistades y conocidos en todo el mundo. De acuerdo con la versión de Jobson, el entonces Príncipe heredero era «consciente de que no hay mucho que podamos hacer, pero tenemos que comerciar con otras naciones y esto es lo que él está haciendo en estos momentos», utilizando sus influencias para preservar los intereses económicos británicos en escenarios alternativos al europeo. Según esta interpretación, parece ser que si el Príncipe de Gales hubiera sido Rey durante el mandato de Tony Blair, -seguramente, el más europeísta de los gobernantes británicos en las últimas décadas- habrían tenido algunas «conversaciones muy interesantes» sobre sus posiciones en política exterior, principalmente su decisión de participar en la segunda invasión de Irak que, de todos modos, fue una cuestión que también dividió profundamente a los europeos. «No creo que si ya hubiera estado en el trono hubiera sancionado fácilmente el envío de nuestros muchachos a la guerra en Irak», opinaba este comentarista que ha trabajado durante meses al lado de Carlos de Inglaterra y es considerado como uno de los mayores expertos en asuntos de la Realeza británica.
La cuestión norirlandesa
Cuando el Reino Unido y la UE empezaban a discutir el intrincado proceso de separación después de más de cuatro décadas de asociación, Carlos pronunció un discurso en la Embajada de Irlanda en Londres en el que otra vez se quisieron encontrar sutiles referencias al Brexit en el elogio expreso del vínculo entre los dos países. «Por encima de todo -dijo entonces- somos amigos, somos socios y somos los vecinos más cercanos, unidos por todo lo que tenemos en común y por lo profundamente que nos hemos entrelazado». La referencia era, en todo caso, muy apropiada teniendo en cuenta que Irlanda es el único país con el que el Reino Unido tiene frontera terrestre (si se excluye la de Gibraltar) y representa además uno de los puntos más dolorosos de su Historia reciente. Irlanda permanece dentro de la UE y el Brexit ha hecho resurgir el problema de la convivencia entre católicos y anglicanos en el Ulster cuando este problema se había disuelto suavemente dentro del entramado político comunitario. Pensando en el futuro, es muy probable que en Bruselas piensen que es mejor que el nuevo Rey sea más sensible a las cuestiones que rodean las relaciones entre la República de Irlanda y la provincia británica del Ulster, pero también son conscientes de que el peso de las decisiones recaerá en última instancia en manos de la nueva primera ministra Liz Truss. Los analistas comunitarios pueden confiar en este caso en que la sustituta de Boris Johnson puede tener unas relaciones diferentes con el nuevo monarca que casi le dobla en edad pero que vislumbra cierto horizonte a su reinado.
Sospechas europeístas
En ese caso, para muchos en Bruselas, lo más interesante sería recordar el discurso oficial que el todavía heredero pronunció en el Bundestag cuando el país ya había dejado formalmente de ser miembro del club comunitario: «El Reino Unido ha elegido un futuro fuera de la UE, y la relación entre nuestros países está evolucionando una vez más. La forma con la que lo hace es un asunto negociado entre nuestros Gobiernos y su esencia está definida por las conexiones duraderas entre nuestra gente. Por lo tanto, creo sinceramente que el vínculo fundamental entre nosotros seguirá siendo fuerte: siempre seremos amigos, socios y aliados. Mientras nuestros países comienzan este nuevo capítulo en nuestra larga historia, reafirmemos nuestro vínculo para los años venideros». En ese discurso hizo una referencia literaria que es posible atribuirle a él personalmente. «El poeta inglés John Donne escribió que ningún hombre es una isla completa en sí mismo. Cada hombre es una parte del continente, una parte del contenido. Uno podría igualmente afirmar que ningún país es realmente una isla tampoco, excepto en el sentido totalmente literal. Nuestras historias nos unen estrechamente y nuestros destinos, aunque cada uno es nuestro, son considerablemente interdependientes».
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