La odisea de entrar en Kiev por Navidad
Nadie quiere volver a un país en guerra, pero todo el mundo quiere volver a casa: pese al peligro de los bombardeos y los cortes de electricidad, cientos de ucranianos intentan regresar a su país
Los ucranianos celebran la Navidad como acto de rebeldía: «Así nos separamos de Moscú»

Nadie quiere volver a un país en guerra, pero los trenes que van de Polonia a la capital de Ucrania están completos. Tanto que no se pueden comprar billetes en la estación. Para hacerte con un pasaje para entrar al país por ferrocarril desde Varsovia ... se necesitan varios días y mucha paciencia.
Una fina lluvia empapa la estación de Warszawa Zachodnia, pero nadie abandona su puesto ni se queja. Total, el agua no es lo peor que les ha ocurrido a los ucranianos en el último año. La voz metálica de la megafonía avisa que el andén de salida ha cambiado. La serenidad se torna nerviosismo.
La estación es como el cuadro de El Jardín de las Delicias: cientos de escenas resumidas en una sola. Gente corriendo apresuradamente buscando el nuevo destino. Carritos de bebé volando por encima de nuestras cabezas. Despedidas de película. Todo para ir a una ciudad en la que las sirenas antiaéreas casi han silenciado los villancicos y los cortes de luz son algo habitual.

Varsovia-Chelm-Lublin-Kiev
La gran mole metálica que cruza la frontera de Polonia hasta Kiev tarda la friolera de 16 horas en llegar a su destino. Varsovia-Chelm-Lublin-Kiev. En su interior, cientos de personas que apenas rozan la cuarentena. La media de edad la bajan los bebés que lloran desde sus carritos y la aumentan los trabajadores del ferrocarril. Las habitaciones son pequeños camarotes en los que a duras penas caben cuatro camas.



Tras cruzar la localidad de Lublin y llegar a la frontera con Ucrania, un revisor enciende las luces y avisa para que tengamos listos los pasaportes. Es cuando me percato que en mi cuarto solo hay un compañero de habitación. Se llama Artur y no vuelve a casa. Es un ucraniano que trabaja en esta línea de ferrocarril y cumple veinte años llevando y trayendo personas en esta ruta.
Artur sonríe y amolda su metro noventa de estatura en la diminuta habitación. Aún no hay fixer ni traductor, así que escupimos una extraña mezcla de idiomas al traductor del teléfono. Fuera de la habitación suena un cúmulo de voces pero afirma que no le sorprende el volumen de viajeros. Los coches están diseñados para llevar unas 30 personas por viaje, pero han llegado a cuadruplicar esa cifra. Durante los primeros meses de la ofensiva de Rusia contra Ucrania llegaron a tener 150 personas por vagón. Los padres se hacinaban junto a sus hijos en el suelo del tren. «Podías ver el miedo en sus ojos», recuerda.

Habla de ello como si fuera un recuerdo lejano, pero hace apenas 10 meses de aquello. Pese a que Artur era de los afortunados que podían acceder a un transporte para salir del país, prefirió quedarse.
Sus compatriotas llenaban los andenes con los enseres que habían logrado sacar de sus casas y con sus hijos en el regazo. Las imágenes dieron la vuelta al mundo, pero él las vivió en primera persona. Durante un mes estuvo recorriendo a diario los 800 kilómetros que separaban Kiev de Varsovia. No pudo ver a los suyos, pero ayudó a que miles de familias estuvieran a salvo.
Artur no vuelve a casa. Pudo huir, pero prefirió quedarse. No pudo ver a los suyos, pero ayudó a que miles de familias estuvieran a salvo
Un revisor derrumba la torre de Babel en la que se ha convertido la habitación. El tren está a punto de entrar en Kiev. La gente coge sus bártulos y sale disparada a abrazar a sus seres queridos.
Artur les mira a través de las ventanillas. Sabe que nadie quiere volver a un país en guerra, pero todo el mundo quiere volver a casa.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete