El intento de reconstituir Unasur evidencia los mismos vicios que ahogaron la organización
CLAVES DE LATINOAMÉRICA
Solo expresidentes y exministros de izquierda firman una carta por la integración sudamericana, sin tender la mano a otros sectores ideológicos
El aumento de los gobiernos de izquierda en Sudamérica está impulsado la resurrección de Unasur, Unión de Naciones Sudamericanas, creada en 2011 coincidiendo con el empuje del llamado «ciclo político bolivariano» y muerta en 2018-2019, debido a ese excesivo alineamiento ideológico, ... cuando aquella «marea rosa» cedió ante el avance de diversos gobiernos de derecha en la región. Esos últimos alumbraron Pro-Sur, pero a la organización no se afiliaron todos los países sudamericanos como sí habían hecho inicialmente en Unasur.
Varios expresidentes de izquierda –algunos respetados como Michelle Bachelet y Ricardo Lagos (Chile) o José Mujica (Uruguay) y Eduardo Duhalde (Argentina), pero otros muy desprestigiados como Rafael Correa (Ecuador) y Ernesto Samper (Colombia) o aportados del poder por corrupción como Dilma Rousseff (Brasil)– han escrito una carta a los mandatarios de las doce naciones de Sudamérica pidiendo la reactivación de Unasur. La carta la firman también varios excancilleres y otros exministros, así como algunos parlamentarios y docentes, todo ellos de izquierda.
Llama la atención de entrada que, cuando los firmantes dicen admirar la UE o la ASEAN por su pervivencia a pesar del cambio de color de los gobiernos que forman esas organizaciones regionales (hay que «garantizar el pluralismo y su proyección más allá de las afinidades ideológicas y políticas de los gobiernos de turno», dice el documento, la carta solo la subscriban personas de izquierda, sin aparentemente haber hecho un esfuerzo por sumar a líderes políticos y sociales del otro lado ideológico.
Y es que un mal muy cierto de la izquierda latinoamericana es la superioridad moral con la que desconsidera de modo excluyente a sus oponentes políticos. En recientes entrevistas, los victoriosos Petro (Colombia) y Lula (Brasil) tachan de «fascismo» todo lo que queda a su derecha. Así, la carta cree que solo con una hegemonía de izquierda en el subcontinente se puede avanzar hacia la integración regional, como si los recientemente sustituidos presidentes Duque (Colombia) y Piñera (Chile) no hubieran tenido genuino interés por una convergencia vecinal. Es verdad que hay sectores de derecha que, con el mismo desprecio, enseguida tachan de «comunismo» a cualquier activista con inquietud social. Pero quienes lamentan el resquebrajamiento de Unasur no parecen aprender de sus errores, que es justamente lo que dicen pretender hacer.
Unasur murió por amparar al chavismo
Es significativo que la carta incluya entre sus destinatarios a Nicolás Maduro. Cuando la misma misiva concluye que «en el escenario actual están en riesgo las conquistas democráticas tan difícilmente obtenidas en América Latina», extraña que se pase por alto que la «represión autoritaria» cuyo riego advierte el documento se está dando desde hace tiempo y gravemente en Venezuela. Justamente la connivencia con el autoritarismo primero de Chávez y luego de Maduro que institucionalmente evidenció Unasur –con el apoyo expreso a aquellos de los secretarios generales de la organización (Rodríguez Araque y Semper) y los comunicados que estos promovieron en favor de Caracas– fue una de las principales razones por las que varios países decidieron no seguir siendo comparsas del bolivarianismo y promovieron Pro-Sur como sustitutivo.
Se añora la integración obrada en Europa y se obvia que desde Bruselas se dan frecuentes toques de atención a los países miembros cuando los demás estiman que existe un desvío de los principios democráticos, como en la insistencia contra la Hungría de Orban, que por otra parte está muy lejos de los crímenes de lesa humanidad que la ONU atribuye a Maduro.
«No alineados» en la guerra de Ucrania
La llamada a reactivar Unasur se hace desde la visión de una Latinoamérica «no alineada», según la autodefinición utiliizada. Esa etiqueta hoy enmascara una supuesta equidistancia respecto a los dos bandos enfrentados en la guerra de Ucrania (o en una hipotética futura guerra por Taiwán) que en el fondo es una aceptación de la agresión de Rusia (o de China), por el visceral sentimiento anti-estadounidense que sigue moviendo a mucha de la izquierda latinoamericana.
Dentro de ese sectarismo del que hace gala la misiva destaca también que se utilice como argumento de autoridad externa el informe de un «think-tank» que tradicionalmente ha salido en ayuda del bolivarianismo, el Center for Economic and Policy Research (CEPR), un pequeño centro de Estados Unidos de no especial prestigio y orientado a defender posiciones de izquierda. Ese informe advierte que en realidad Unasur todavía existe porque no todos los países que la formaron la abandonaron oficialmente y algunos de los que lo hicieron siguieron procesos jurídicos irregulares.
Al margen de lo que, en cuestión de acuerdos internacionales, haga falta para poner en marcha de nuevo Unasur, parece claro que existe un amplio consenso entre los países de contar con una entidad que fomente la cooperación de los países de Sudamérica y que teniendo la mayor parte de los gobiernos el mismo color político sea más fácil llegar a un planteamiento unitario. Los pocos gobiernos que no son de izquierda probablemente tendrán que sumarse para no quedar aislados, pues de lo contrario podrían perjudicar a sus ciudadanos si se producen avances continentales. Pero que «Unasur II» tenga éxito dependerá de que quienes hoy tienen la mayoría política en Sudamérica sepan orientarse sin sectarismo, aprendiendo de errores pasados. Dicen haber aprendido, pero por la carta escrita no lo parece.
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