Fetterman, ¿puede una candidatura sobrevivir a un infarto?
El debate entre candidatos más importante del año en Estados Unidos fue un espectáculo doloroso, pero decisivo para el futuro político del país
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La noche del martes comenzó torcida para John Fetterman. «'Good night'», «buenas noches», arrancó en su intervención en el debate entre candidatos al Senado por Pensilvania. Es una expresión que en EE.UU. se utiliza como despedida, no como saludo.
En Rookies, una hamburguesería ... de Harrisburg, la ciudad de Pensilvania en la que se celebraba el debate, varios parroquianos abrían los ojos con gesto preocupado. Formaban parte de un grupo de simpatizantes del partido demócrata local que se habían juntado para ver el debate, quizá el más decisivo en estas elecciones para el futuro de EE.UU.
Pensilvania es uno de esos estados bisagra, donde las fuerzas entre demócratas y republicanos van parejas y que suele inclinar elecciones. Si los demócratas pierden esta elección al Senado, es probable que se despidan de su mayoría por la mínima en la Cámara Alta. Y las encuestas dan por hecho que también perderán la Cámara de Representantes. Joe Biden y los demócratas se quedarían sin apenas poder en el Congreso durante los dos próximos años y a las puertas del regreso al ruedo político de Donald Trump. Entre hamburguesas mordidas y jarras de cerveza por la mitad, el ambiente en Rookies era sombrío.
El resbalón dialéctico de Fetterman, de esos a los que Biden acostumbra, no fue tal. Es algo diferente. Fetterman sufrió un infarto cerebral la pasada primavera, pocos días antes de que se celebraran las primarias demócratas. A pesar del ictus, las ganó.
Con limitaciones
Decidió seguir adelante con su candidatura. Pero sin exponer las secuelas que arrastra del infarto. Durante buena parte de la campaña, apenas ha tenido contacto con los votantes o con la prensa. Se ha apoyado en la propaganda -el vídeo electoral de su candidatura es extraordinario- y en una imagen alejada del político habitual y cercana a la gente corriente: grueso, con sudadera con capucha remangada por los codos, cabeza rapada, perilla. Su equipo médico ha evitado dar información sobre su estado más allá de constatar que es apto para el cargo, pese a reconocer limitaciones en la comprensión auditiva y en el habla.
Ante las presiones de su rival, el republicano Mehmet Oz, y de los medios, Fetterman accedió a un debate en directo. Todos los ojos de Pensilvania y buena parte de EE.UU. estaban pendientes de él.
Y las secuelas del infarto quedaron en evidencia. Fetterman trastabillaba, confundía palabras y tardaba en responder (para empezar, porque necesita leer las preguntas, se las muestran subtituladas en tiempo real). Le costaba dar respuestas sofisticadas, razonadas y se centraba en repetir frases sencillas, sobre todo ataques a Oz.
Durante buena parte de la campaña no ha tenido contacto con los votantes o con la prensa para no mostrar las secuelas del infarto
En alguna ocasión, como en una pregunta sobre 'fracking', los moderadores le pusieron contra las cuerdas. Le cuestionaron que había pasado de estar en contra de ese método de extracción de gas, una de las riquezas de Pensilvania, en 2018 y que ahora lo apoyaba. «Yo apoyo el 'fracking'... Y no, no… Yo apoyo el 'fracking' y mi postura… Y yo apoyo el 'fracking'», fue capaz de decir. En Rookies, los demócratas suspiraban. En la campaña de Fetterman, se preguntaban si no hubiera sido mejor quedarse en casa.
La situación era todavía peor por el contraste con Oz, un cirujano que se ha hecho millonario con un programa de televisión, y que se movía como pez en el agua en su medio.
La decisión está ahora en los votantes de Pensilvania: ¿esas secuelas de un infarto incapacitan para el cargo? ¿son una muestra positiva de determinación y fortaleza? De su respuesta depende el futuro de EE.UU.
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