La hora decisiva de Joe Biden: necesita más que el voto «anti-Trump»
El discurso del candidato cierra esta noche la convención demócrata con el reto de emocionar al votante
Todo sobre las elecciones en EE.UU. 2020, en el Especial ABC

Joe Biden ha sido un candidato en formol, secuestrado en el sótano de su mansión de Delaware por la pandemia de Covid-19 durante la campaña. Esta noche necesita salir del frasco y demostrar que tiene capacidad para ilusionar al electorado demócrata y atraer a republicanos moderados, que no es solo el recipiente del voto «anti-Trump». La oportunidad será en el cierre de la convención demócrata , el aquelarre electoral de cada cuatro años, que la pandemia ha dejado sin la emoción del público electrizado y sin lluvia de confeti. Biden dará su discurso de aceptación de la nominación a la presidencia de forma remota, desde un pabellón de Delaware, sin pompa ni circunstancia.
Biden llega a este momento crítico tras una larga campaña de primarias, que arrancó a comienzos de 2019. El exvicepresidente con Obama fue, al mismo tiempo, un candidato favorito y frágil. Su desempeño en los debates fue mediocre. La energía de sus mítines, como comprobó ABC en Iowa y California, débil. En las primarias pareció descarrilar a las primeras de cambio, pero sobrevivió cuando el voto de la minoría negra fue decisivo y el «establishment» comprobó que la única alternativa era entregar el partido a Bernie Sanders, el candidato izquierdista.
Su éxito en el «Supermartes», a comienzos de marzo, apuntalado por el partido, selló la victoria. Para entonces comenzaba a haber casos de Covid-19 en EE.UU. Dos semanas después, era una crisis nacional. Biden se confinó en su casa y Donald Trump , al que no ayudó su gestión, se quedó al timón de una tragedia sanitaria y económica que ya suma más de 170.000 muertos y que llegó a multiplicar por cuatro el número de parados. Sin apenas mover un dedo, y con la respuesta caótica de la Administración Trump a la crisis, Biden despegó en las encuestas.
Las alusiones a la pandemia están siendo abundantes durante la convención, y lo serán en 74 días que quedan hasta la cita con las urnas. Pero ni eso ni el gran descontento con Trump podrían ser suficientes para expulsar al multimillonario neoyorquino de la Casa Blanca. Está por ver su impacto en la movilización y en el signo del voto, pero el presidente goza de mucho más entusiasmo de sus seguidores que Biden.
Entre quienes dicen que votarían al candidato demócrata, solo aseguran tener un fuerte entusiasmo por él un 48%, frente al 65% de los seguidores de Trump sobre el presidente, según una reciente encuesta de «The Washington Post»/ABC. Otra de sus debilidades es que solo el 36% de los que dicen que votarán por Biden lo hacen por él, según el último sondeo de «The Wall Street Journal»/NBC. El 58% dice que le vota contra Trump. En el caso del presidente, la gran mayoría le votan por él (74%), no por estar contra Biden.
Estos datos, y la evidente capacidad de Trump de controlar el pulso informativo y de estimular a sus bases, son un contrapunto a la ventaja de Biden en las encuestas. Según el acumulado, de «RealClearPolitics», la distancia es considerable, de 7,6 puntos, pero se ha reducido frente a los diez puntos que gozaba a finales de junio. Y en la última semana, dos encuestas –CNN y Rasmussen– la dejan en cuatro puntos.
Biden necesita con el discurso de hoy retratarse como un candidato fuerte e ilusionante, que lleve a la gente las urnas, no solo como un mal menor frente a Trump. El escenario, una retransmisión en vídeo sin público, no es el ideal (la primera jornada de la convención tuvo un seguimiento en televisión un 28% menor que la misma noche de 2016). Trump, además, se ha encargado de minarlo: pocas horas antes del discurso de Biden, el presidente dará un mitin con público –limitado, pero sin el silencio de los vídeos de estos días en la convención demócrata– en Pensilvania, un estado decisivo en las elecciones. Lo hará, para hacer más daño, en Old Forge, al lado de Scranton, donde nació Biden hace 77 años.
El tirón de Kamala Harris y Barack Obama
Biden tendrá que aprovechar el tirón de los discursos de la noche de ayer , en la que el partido demócrata trabajó como un equipo ciclista. Kamala Harris , la que será su gregaria en lo que queda de campaña como aspirante a vicepresidenta, ha demostrado que le puede servir para estimular a los electorados moderados y a la minoría negra (una de las claves de la victoria de Trump fue que el voto negro pasó del 62% al 52% en 2016).
La elección de Harris la semana pasada provocó que las interacciones de Biden en redes sociales vivieran su mejor semana en lo que va de campaña. Estaba previsto que Harris hablara ayer justo antes de Barack Obama , el lanzador de lujo del que fuera su vicepresidente en el esprint final de las elecciones. Biden necesita reconstruir la coalición electoral que formó con Obama en 2008 y 2012, y todo empieza por ilusionar al votante. Hoy tendrá que demostrar que convence fuera del frasco de formol.
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