ANÁLISIS
Debate Trump-Biden: un duelo que acaba en tablas y podría beneficiar al candidato demócrata
El exvicepresidente resiste y se aprovecha del tono relativamente sosegado del cara a cara
Última hora sobre la votación en las elecciones en EE.UU.
El esperado debate final entre Donald Trump y Joe Biden , mucho más ordenado y tranquilo que la pelea en el fango en que se convirtió el primero, concluyó sin que ninguno de los dos contendientes se pudiese dar como claro vencedor, algo que podría beneficiar, a priori, al favorito en las encuestas, que es el aspirante demócrata. Pero las espadas siguen en alto.
Con la decisión de cerrar el micrófono del contrincante durante la exposición inicial de cada bloque temático, cada candidato pudo desarrollar sus argumentos sin temor a ser interrumpido. Pero además, los dos se mostraron más comedidos en el tono, en especial Trump, que en el duelo anterior era quien más interrumpía y el que marcó el clima de agresividad reinante. Ahora sí pudieron elaborar sus discursos y mostrar de forma nítida ante los estadounidenses cuáles son sus políticas. Desde la actitud frente a la pandemia hasta la política exterior o el cambio climático, Trump y Biden dejaron patente que su visión del país son como la noche y el día.
Este ambiente de relativa moderación benefició al candidato demócrata , al que se veía mucho más cómodo que en el primer cara a cara, cuando le costaba zafarse de las constantes interferencias de su rival. En este debate Biden pudo mirar repetidamente a cámara para lanzar sus mensajes directamente a los ojos de los electores. Como cuando en el primer bloque, respondiendo a la afirmación de Trump de que en EE.UU. están «aprendiendo a vivir» con el Covid, él afirmó que «la gente está aprendiendo a morir» con el virus.
El tono sosegado no significa que no se mostrasen pugnaces y que no se dieran mutuas dentelladas. Los momentos más tensos del debate probablemente llegaron cuando se acusaron de corrupción. Trump atacó a Biden por los negocios de su hijo Hunter, diciendo que «Joe obtuvo tres millones y medio de dólares de Rusia que vinieron a través de Putin, mientras que Biden sacó a relucir las informaciones que dicen que apenas pagó solo 750 dólares de impuesto sobre la renta el año que ganó las elecciones y le reprochó que no hicieras públicas sus declaraciones fiscales. «¿Qué estás escondiendo?», le espetó.
Sin embargo, no parece que esas denuncias fueran a calar más allá de los ya convencidos. En el caso de Trump, se mostró más efectivo a la hora de echar en cara a Biden que durante los ocho años en que fue vicepresidente con Barack Obama no resolviera los problemas que ahora promete que va a solucionar. «Él no hizo nada» y »nos dejaste un caos», fueron algunos de sus dardos. Incluso, al ser atacado por la separación de niños inmigrantes, el actual presidente replicó que las jaulas en que se ha visto a menores proceden de la administración anterior: «¿Quién construyó las jaulas, Joe?», preguntó sin obtener respuesta.
Del Covid al racismo
La gestión de la pandemia, con más de 220.000 muertos por el Covid en EE.UU., era de entrada uno de los puntos débiles de Trump, a pesar de que trató de explotar su reciente recuperación de la enfermedad y jactarse de que ahora es «inmune». Y en cuanto a la cuestión racial, sonó ciertamente excesivo que dijera que era el presidente que más ha hecho por los afroamericanos desde Abraham Lincoln y al afirmar: «Soy la persona menos racista en esta sala». Eso incluía, por supuesto, a la moderadora, la periodista Kristen Welker , de raza negra.
Biden, por su parte, consiguió mostrarse como un candidato firme y moderado, alejado de las políticas socialistas del ala izquierda del partido. Así fue cuando marcó distancias con el modelo de sanidad pública universal que defiende Bernie Sanders y apostó por su propio «Bidencare». También estuvo sólido al cuestionar la política exterior de Trump, en especial hacia Corea del Norte, denunciando su trato con un «matón» como Kim Jong-un y comparando este acercamiento con la política de apaciguamiento con Hitler mientras empezaba a invadir Europa.
En definitiva, el candidato demócrata aguantó, sin cometer ningún desliz de importancia y sin que la voz le temblara más que dos o tres veces. En general se mantuvo en su sitio y ofreció una imagen solvente. Hacia el final del debate consultó su reloj (algo por lo que fue criticado George Bush padre en un debate con Clinton y Ross Perot en 1992, al parecer aburrido), pero lo hizo de manera tan ostensible que no parecía que se le estuviera haciendo largo, sino que realmente quería controlar su tiempo.
El aspirante a la reelección, aunque siempre quiso decir la última palabra en que cada diálogo, demostró que también sabe debatir sin torpedear constantemente al adversario. Pero ninguno de ellos dio la puntilla al contrario.
Siendo Trump el «underdog», como llaman en EE.UU. al que va por detrás en la carrera, que el debate acabara en empate y que las cosas sigan como hasta ahora se supone que beneficia a Biden. El presidente habría perdido una oportunidad para acercarse al exvicepresidente. Pero las elecciones, como se demostró en 2016, son impredecibles. Además, hay decenas de millones de electores que ya han ejercido su derecho a través del correo o del periodo de votación anticipado. La solución, a partir del 3 de noviembre .
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