El Colegio Electoral certifica la victoria de Biden y deja a Trump sin opciones
El candidato demócrata ha conseguido ya 302 de los 538 votos del Colegio Electoral, por encima de los 270 necesarios para obtener la mayoría
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La votación del Colegio Electoral para determinar el próximo presidente de EE.UU., celebrada este lunes, debía ser un trámite. Como mucho, una celebración las tradiciones de la democracia más vieja y estable del mundo con esta antigualla -cada vez más discutida- de su sistema electoral. Era el día en el que los electores -los compromisarios que tiene cada estado en función de su peso demográfico y que votan por el presidente- se reúnen en las asambleas legislativas estatales para formalizar su elección. Su voto no debería ser otro, claro está, que el determinado por la voluntad popular en cada estado.
La votación, sin embargo, venía con el fondo de escenario de un candidato -y actual presidente del país- que no reconoce la decisión de las urnas y asegura que ha habido « fraude masivo » y «robo electoral». Donald Trump no admite que Joe Biden le derrotó por más de siete millones de votos y continúa agitando sus acusaciones -sin haber presentado evidencias consistentes- de que la elección fue un «amaño». A pesar de que -con una excepción en Pensilvania para un puñado de votos- los tribunales no le han dado la razón en más de cincuenta demandas. A pesar de que el Tribunal Supremo de EE.UU., el árbitro definitivo, haya denegado en dos ocasiones siquiera considerar las demandas de Trump y de sus aliados. O de que el Departamento de Seguridad Nacional haya considerado las elecciones las « más seguras de la historia » del país o de que el Departamento de Justicia no ha encontrado pruebas de fraude masivo.
Todo ello redoblaba este lunes la atención -y la tensión- en las votaciones del Colegio Electoral. Se celebraba después de un fin de semana con disturbios violentos en Washington y otras ciudades del país protagonizados por seguidores de Trump, que protestaban tras la decisión del Supremo del viernes de no entrar a considerar el intento de dar la vuelto a los resultados de las urnas. El Capitolio de Michigan, por ejemplo, escenario de protestas en los últimos meses, fue acordonado en previsión de incidentes.
El trámite procesal discurrió, sin embargo, con normalidad. Al cierre de esta edición, casi la totalidad de los estados habían votado y Biden había superado con creces el umbral de 270 electores que otorga la presidencia. Eso incluía a los seis estados más decisivos, donde más ajustados estuvieron los resultados, y donde Trump y sus aliados han tratado durante semanas de cambiar -sin éxito- el signo de las urnas: Arizona, Georgia, Míchigan, Nevada, Pensilvania y Wisconsin. Ningún elector cambió su voto .
«La democracia se ha impuesto», celebró Joe Biden tras la votación. «Nosotros el pueblo hemos votado. Se mantuvo la fe en nuestras instituciones. La integridad de las elecciones ha quedado intacta», añadió el presidente electo que deslizó que el «abuso de poder» no puede contra la democracia y que «en EE.UU., los políticos no toman el poder , el pueblo se lo entrega».
Muchos de los protagonistas fueron autoridades del partido republicano en estos estados, que han tenido que hacer frente a presiones feroces de Trump para torcer la voluntad popular. “Nuestros sentimientos, deseos y decepciones están subordinadas a la salud de nuestra democracia y a la voluntad de la mayoría”, dijo Mike Shirkey , líder republicano en el Senado de Míchigan, y al que Trump le exigió que la asamblea legislativa no certificara los resultados en el estado, donde Biden ganó por cerca de 150.000 votos.
En Pensilvania, la secretaria de Estado, Kathy Boockvar , recordó las palabras del último presidente que perdió las elecciones tras solo un mandato, como le ha ocurrido ahora a Trump. Fue George H.W. Bush, al que derrotó Bill Clinton en 1992, y su reacción fue muy diferente a la que ahora ofrece el multimillonario neoyorquino. “El pueblo ha hablado y respetamos la majestuosidad del sistema democrático”.
La gran anomalía de la jornada fue la celebración de votaciones alternativas por parte de republicanos, con sus propios electores, para alargar la contestación de los resultados por parte de Trump. Por ejemplo, en Georgia, un grupo de republicanos se reunió en otra sala de su Capitolio y celebró una votación a favor de Trump. Lo anticipó Stephen Miller , asesor de Trump, en una entrevista en Fox News por la mañana, en la que dijo que habría “electores alternativos” en los estados decisivos, que votarían al presidente. “Enviaremos esos resultados al Congreso”, añadió Miller. La estrategia parecía una subversión del orden constitucional, pero Miller la defendió para “mantener abiertas todas las soluciones legales. Lo mismo dijo Bernie Comfort, presidente de la campaña de Trump en Pensilvania, pero se apresuró a decir que los electores alternativos “no suponen de ninguna manera un intento de usurpar o disputar la voluntad de los votantes de Pensilvania”.
Es parte de la estrategia de Trump por mantener viva su lucha contra su derrota, que ha prometido no abandonar a pesar de la derrota definitiva en el Supremo y del golpe de realidad del Colegio Electoral. Esos esfuerzos tienen más que ver con la preparación de su próxima empresa política -una potencial candidatura a las presidenciales de 2024- y con mantener el control del partido republicano que con una opción viable para conservar la Casa Blanca. Su única vía es evitar que el Congreso reconozca los votos de los electores el próximo 6 de enero, cuando se reúna para certificar los resultados. A día de hoy, es impensable.