Joe Arpaio: el sheriff que se inventó a Donald Trump

ABC, con uno de los grandes referentes del hoy presidente. Todo lo que este promete ahora, se probó antes en Arizona, un estado clave para su reelección

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El sheriff Arpaio muestra en su oficina a ABC las fotos con Trump y los expresidentes Bush y Obama D. Alandete
David Alandete

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Mucho antes de que Donald Trump llegara a la Casa Blanca, el «trumpismo» mandaba ya aquí en Arizona . La esencia política del presidente es, en realidad, una ampliación a nivel nacional de lo que Joe Arpaio lleva defendiendo y haciendo desde 1993, el año en que ganó las primeras elecciones para sheriff en el condado de Maricopa , una metrópolis de 4,5 millones de habitantes en pleno desierto fronterizo. La guerra sin cuartel contra la inmigración irregular; la construcción del muro; los campamentos de sin papeles; la defensa innegociable de la ley y el orden; las dudas sobre el certificado de nacimiento de Barack Obama … Nada de todo eso es patrimonio exclusivo de Trump. Todo comenzó en realidad con Arpaio.

«Ha sido un honor, y un privilegio», dice Arpaio a ABC en su oficina, una suerte de museo dedicado a sus 66 años de carrera policial. «También tengo mi ego, pero no cuando se trata del presidente de los Estados Unidos. Él tuvo el coraje y la cortesía de escuchar las ideas que yo pude haber tenido antes. Si le apoyé, fue de corazón. Es mi héroe», dice de Trump, mientras se ajusta la corbata, en la que luce un pin dorado con forma de revólver.

«Metí presos a 200.000 sin papeles. ¿Qué problema hay? ¡Estaban aquí ilegalmente!»

El afecto es mutuo. El 31 de julio, un juzgado federal de Arizona halló a Arpaio culpable de desacato por detener repetidamente a indocumentados aquí en Maricopa. Previamente, le había instado a que dejara de detener desproporcionadamente a hispanos, considerando que la práctica era discriminación racial. El juez consideró que el trabajo de un sheriff no era detener la inmigración ilegal. Y Arpaio disiente.

«Hice un juramento al asumir el cargo, y tenía la autoridad para hacerlo», dice hoy, todavía desafiante. Es obligatorio preguntarle cuántos sin papeles pasaron por aquellos campamentos gigantescos en los que tenía a sus presos. «Puede que 200.000, tal vez más. ¿Qué problema hay? ¡Estaban aquí ilegalmente!», exclama, encogiéndose de hombros.

Joe Arrpaio, con unos seguidores de Donald Trump D. A.

Veinticinco días después de aquella condena, Trump le indultó , saludándole como un verdadero «patriota americano».

Cuando hoy se le pregunta sobre como recibió la noticia del indulto, Arpaio responde que él nunca le pidió nada a la Casa Blanca, pero hace hincapié en algo evidente: «Yo había estado con Trump desde el primer día». Tiene razón. Cuando anunció su candidatura el 16 de junio de 2015, Trump era un apestado en el Partido Republicano, una especie de broma de mal gusto. En menos de un mes el candidato visitó Phoenix , capital de Arizona, y Arpaio acudió a saludarle. Unos meses después, en diciembre, le presentó en otro mitin. Y el 26 de enero de 2016, seis días antes de que comenzaran las primarias, le dio su apoyo formal. Trump ganó 41 de las 56 votaciones, y el resto es historia.

«El sheriff más duro de América»

La decisión de Arpaio fue una revolución en el partido, y le dio a Trump el marchamo de tener tras de sí a quien se conocía como «el sheriff más duro de América». Al fin y al cabo, Arpaio había sido presidente de la campaña de George Bush hijo en Arizona. Y le habían cortejaron todos los candidatos republicanos, sin excepción, conscientes de que nunca un republicano ha llegado a la Casa Blanca sin haber ganado en este estado fronterizo. Y eso que Arpaio ni siquiera conocía personalmente a Trump.

Pero al verle anunciar su candidatura tuvo una corazonada, según cuenta a este diario. «Recuerdo en un mitin que tuvo aquí con miles personas, nadie quería subirse allí al podio con él, ni el gobernador, ni nadie. Yo me subí y dije tres cosas. Primero, que hay una mayoría silenciosa ahí afuera. Dos, que nacimos el mismo día. Tres, que iba a ser nuestro presidente», explica. Ambos nacieron, es cierto, un 14 de junio, que para más señas es el día en que se celebra la adopción formal de la bandera americana, con sus barras y estrellas. Arpaio es de 1932 y Trump, de 1946. Aquellos vaticinios de Arpaio se cumplieron. Pero para él la experiencia no fue gozosa. El mismo día en que Trump logró la victoria más sorprendente de la historia política de EE.UU., el sheriff perdió su sexta reelección, y no por poco: 196.000 votos de 1,5 millones. Para la izquierda, la derrota de Arpaio fue el premio de consolación de una noche electoral muy amarga.

Arpaio, en su despacho D. A.

En aquellas elecciones de 2016 cayeron unos mitos y nacieron otros. George Soros , el famoso multimillonario nacido en Hungría, patrón de tantas causas liberales, inyectó aquel año 2,3 millones de dólares en un grupo dedicado a defenestrar a Arpaio. En total se gastó 9,6 millones en elecciones a cargos policiales en todo el país. Y Arpaio todavía se la tiene jurada. En nuestra conversación le nombra varias veces. «Los millones y millones de dólares que Soros y otros en la izquierda han inyectado aquí en Arizona tienen como objetivo impedir que se apliquen las leyes migratorias, forzar una amnistía para los ilegales, y facilitar una política de fronteras abiertas», dice. Ni siquiera el atribuirle a Soros ese papel de maestro de marionetas es obra de Trump y su equipo, hasta en eso le precedió Arpaio.

Soros, eso sí, no es el único culpable a ojos de Arpaio. Es sólo un resorte en una gran conspiración de la que también fue parte central Obama, ya que el sheriff lleva desde 2012 tratando de demostrar que no nació en EE.UU. Sentado ante su escritorio, abre su último libro y muestra unos documentos reproducidos dentro que según él demuestran que la partida de nacimiento de Obama fue falsificada. Esas dudas fueron en realidad los cimientos de la campaña de Trump en 2015 y 2016. «Todavía espero que Obama venga aquí a Arizona antes de las elecciones a hacer campaña por Joe Biden , me encantaría verle para poder explicárselo en persona, quiero ver qué me responde», dice con media sonrisa. Aun hoy, con el indulto de Trump de por medio, sigue maldiciendo la condena de 2017 como una venganza política, perpetrada por el estado profundo, «los restos del anterior gobierno, de Obama, en el departamento de Justicia».

«¿Vas a preguntarme si soy racista?», pregunta el sheriff al periodista nada más comenzar la entrevista

A Arpaio hoy le molesta, es patente, que le llamen racista. Lo primero que dice es: «¿Vas a preguntarme si soy racista?». Durante la entrevista, niega serlo, y dice, en un momento: «Tengo nietos adoptados, uno negro, otro de México. Así que me llamen lo que quieran, no saben nada».

Tras su derrota, Arpaio ha perdido unas elecciones al Senado en 2018 y, todavía peor, las últimas primarias republicanas para recuperar su vieja plaza de sheriff. Puede decirse que su proyecto murió de éxito. Sus ideas mandan hoy en el Despacho Oval y más allá, pero él ya no tiene poder alguno aquí en Maricopa, más allá de escribir sus libros. El lunes pasado, Trump tuvo dos mítines aquí en Arizona, y Arpaio no fue invitado a ninguno.

Eso no quiere decir, ni mucho menos, que esté acabado. Si Trump pierde, ya tiene un camino abierto. Un reciente titular del principal diario local, «The Arizona Republic», lo expresaba de este modo: «Si Donald Trump pierde en 2020, imitará a Joe Arpaio en 2024». Es decir: aun en la derrota, mantendrá vivo su propio mito.

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