Carlos III: la que le espera
Llegó a parecer imposible, pero incluso para él se asoma la hora de la verdad. Y no es que...
Llegó a parecer imposible, pero incluso para él se asoma la hora de la verdad. Y no es que invite, precisamente, a la risa. Al revés, la vida se pone seria para aquel eterno príncipe que ahora es rey en un panorama tan en blanco y negro como el de su primera coronación... Con el susto de la pandemia (que le tocó padecer) aún sin superar, se han desatado la guerra en Ucrania, la crisis energética, la inflación de dos dígitos. Se avecina agitación social y la herida del Brexit sigue, a todo esto, sin cicatrizar.Carlos III ha elegido, es un decir, un mal momento para enfundarse la corona. Más aún cuando la inquilina de Downing Street lleva apenas unos días. El imperio, en manos de dos recién llegados. A él, como monarca, le toca aportar aplomo en un país convulso, equilibrio en un escenario inestable. Dar continuidad a las virtudes que se atribuyen a su madre. Y, de paso, a la institución. ¡Ahí es nada!La libertad de costumbres, de movimientos y especialmente de opinión adquirida en sus cincuenta años de principado se enfrenta ahora al rigor de un cargo que aconseja ponerse de perfil. Y no solo en los sellos, los billetes o las monedas. El dicharachero Carlos III ya no es aquel secundario con licencia... para casi todo. El trono le reta a embridarse a sí mismo. A reinar con luz propia, si puede, siempre a la sombra de su venerada madre. A acometer una remontada en los sondeos de popularidad en los que parte en clara desventaja: Isabel II se acaba de ir con un 75%; su hijo Guillermo tiene un 66. Y luego está lo de Camila -Carlos será el primer rey divorciado, casado con una divorciada- esa 'azarosa' trastienda sentimental que a estas alturas de película, tal como está el panorama, queda casi como un pecado de juventud.