Aumenta la indignación tras la muerte de 40 personas en un centro de acogida de migrantes en México

Vídeo: AP-LaPresse/Agencia Atlas Los migrantes, desesperados, golpean las rejas con los pies. Se acaban de enterar de que van a ser deportados y prenden fuego a sus propios colchones, para tratar de impedir como sea su vuelta a casa. Lo que no esperaban es la indiferencia absoluta de los guardias. No corren a pedir ayuda, no tratan de apagar el fuego y lo que es peor, se marchan sin abrir las celdas mientras el humo lo cubre todo. Los 68 hombres quedan atrapados, 40 de ellos han muerto abrasados. Fuera, sus angustiados compañeros de viaje no entienden esta falta total de humanidad. Tampoco se explican la reacción del presidente López Obrador, quien culpa a los propios migrantes de su desgracia. Pero las ONG denuncian que no se trata de albergues si no de cárceles para migrantes. Cuyo único delito es querer cruzar la frontera a Estados Unidos, a tan solo un kilómetro de este centro de detención de Ciudad Juárez.