Un trabajador de Médicos Sin Fronteras cuenta la dramática situación que atraviesa Níger

Según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), solo durante el pasado mes de marzo casi 90 personas fueron asesinadas en la región de Diffa

La localidad de Nguigmi después del ataque Souleymane Ba

Cisco Otero (Médicos sin Fronteras)

Al menos 30 civiles muertos en cuatro días. Docenas de heridos. Cerca de 380 casas quemadas o destruidas. La población se enfrenta diariamente a secuestros, asesinatos y al riesgo de verse atrapada en el fuego cruzado. Los ataques que tuvieron lugar en Nguigmi y en otras localidades de Diffa entre el 23 y 26 de marzo han dejado un reguero de destrucción y trauma psicológico. El empeoramiento del conflicto en torno al lago Chad está teniendo un impacto cada vez mayor para la comunidad local y para los desplazados y refugiados del sureste de Níger. Miles de personas se han visto obligadas a desplazarse de nuevo, las necesidades de la población son cada vez más acuciantes y la capacidad de respuesta de las organizaciones de ayuda sigue sin ser suficiente.

Boulama es un refugiado nigeriano que vive en Nguigmi. Ha pasado muy poco tiempo desde que se produjeran los ataques y él aún está tratando de asimilar lo ocurrido: «Oímos explosiones y pensamos que no era nada. Pero entonces, de repente, vi a alguien venir hacia mí. Grité fuerte para que mi mujer me oyera y tratara de escapar con nuestros hijos». Desafortunadamente, su hija de 7 años falleció en el incendio . «Nuestra comunidad está de luto. Necesitamos todo el apoyo posible, comida y refugio, porque todos hemos perdido niños y bienes. Soy sastre y me gano la vida cosiendo, pero mi máquina de coser también se ha quemado».

Varios testigos presenciales y algunos miembros de las autoridades locales de Nguigmi nos contaron que dos personas que portaban artefactos explosivos e hicieron detonar en dos par tes diferentes de la ciudad la noche del 26 de marzo. Al mismo tiempo, y según los mismos testimonios, varios hombres armados habrían prendido fuego a refugios y tiendas en los campos de desplazados y refugiados, cuyas casas y pertenencias fueron quemadas. Y lo peor de todo esto es que este ejemplo concreto es solo uno más en la larga lista de episodios violentos que sufre la región desde hace varias semanas. La inestabilidad en torno al lago Chad cada día es mayor y eso hace que el sufrimiento de la población se intensifique, obligando, día tras día, a muchas personas a huir.

Los días anteriores a ese fatídico 26 de marzo que acabó con la vida de la hija de Boulama se produjo otra serie de ataques que provocaron la huida de sus aldeas de cientos de personas. El 23 de marzo, por ejemplo, hombres armados mataron a 19 personas en Nguagam y El Mainari, y prendieron fuego a varios edificios. Una mezquita, el mercado, casas y tiendas fueron destruidas y los animales, quemados vivos. Y ese mismo día, dos pescadores fueron degollados en Chetimari Gremahartori.

Según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), solo durante el pasado mes de marzo casi 90 personas fueron asesinadas en la región de Diffa. Además, se registraron más de 18.400 nuevos desplazados internos, la mayoría de los cuales vive ahora en condiciones terriblemente precarias.

«Lo que sucedió el día 26 fue un shock para nosotros: perder padres, hijos, pertenencias personales… Tengo pesadillas porque fui yo quien recogió el cadáver quemado de mi padre. Mis hijos están traumatizados y no pueden dormir», nos contaba Malam Issa, un refugiado procedente de Borno, en Nigeria, que también vivía en Nguigmi. «Estoy abrumado, no sé cómo voy a sobrevivir ahora que lo he perdido todo. Tengo que sacar adelante a mi mujer, mis hijos, mi madre, mi suegra y mis hermanos menores. La seguridad aquí ya no está garantizada, y no tenemos comida ni refugio. Solo los que vienen a expresarnos sus condolencias nos dan algo de dinero».

«Mis hijos y yo tenemos pesadillas porque Boko Haram puede volver en cualquier momento».

Tras estos últimos ataques de finales de marzo, nuestros equipos intervinieron para apoyar el tratamiento de los heridos en el hospital de Nguigmi y evacuaron los casos más graves al hospital regional de la ciudad de Diffa haciendo uso de tres ambulancias y de otro vehículo de MSF.

Atchagana, una mujer que tendrá unos 30 años, también sufrió en sus propias carnes las consecuencias de los ataques: «Mi marido fue herido por Boko Haram la noche del ataque y MSF lo trasladó a Diffa debido a la gravedad a sus lesiones», nos explicaba la pasada semana. A esta mujer nigeriana, que anteriormente había huido a Níger a pie con su familia para escapar de los ataques de los grupos armados en el norte de Nigeria, le ha tocado revivir ahora estos episodios de violencia en Nguigmi. «Estamos preocupados por su estado de salud y porque lo perdimos todo en el fuego: colchones, ropa, comida… Sentimos mucha angustia ante esta situación. Mis hijos y yo tenemos pesadillas porque Boko Haram puede volver en cualquier momento», nos confesaba.

Además de ofrecer atención médica, hemos distribuido artículos de primera necesidad a 380 familias (unas 2.200 personas), incluidos mosquiteras, bidones para el agua, utensilios de cocina, mantas y artículos de higiene, y nuestros psicólogos han brindado apoyo inmediato de salud mental a niños y adultos, con sesiones psicosociales individuales y grupales para cerca de 400 personas. Mis colegas me comentan que muchas de las personas que han visto tenían depresión, insomnio y otros síntomas relacionados con las experiencias traumáticas que habían experimentado.

También estamos prestando una asistencia similar a las personas cuyos hogares han sido quemados en otra localidad llamada Toumour y estamos construyendo 100 letrinas para aproximadamente 400 hogares que están en áreas afectadas por el conflicto. Son personas fuertes, pero muchas están llegando a su límite . Y es normal porque la situación aquí en los últimos tiempos se ha hecho insoportable. Algunos como Atchagana habían huido de su país pensando en encontrar la paz aquí, y sin embargo se encuentran con que la pesadilla les persigue vayan donde vayan. Otros vivían en paz en el área hasta que el conflicto se extendió a este lugar y ahora viven con miedo constante.

En vista de cómo están las cosas y ante la amenaza de que se produzcan nuevos ataques, nos estamos preparando para poder hacer llegar ayuda adicional . Es cierto que otras organizaciones humanitarias también están haciendo un gran esfuerzo y proporcionando asistencia, pero dada la magnitud de la crisis, es necesario que se produzca urgentemente una movilización que sirva para poder cubrir al menos las necesidades más básicas de esta población en materia de comida, refugio, agua potable y saneamiento.

Cisco Otero es coordinador general de Médicos Sin Fronteras en Níger.

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