«Gran hermano chino»
Viaje vigilado de Bachelet a «Xinjiang Potemkin»
En un recorrido organizado por la propaganda, la Alta Comisionada de DDHH de la ONU no podrá moverse libremente ni hablar en privado con los uigures
Una investigación revela los rostros de la represión china en Xinjiang
Hacía 17 años que un Alto Comisionado sobre Derechos Humanos de la ONU no visitaba China. Tras una larga negociación, su actual responsable, Michelle Bachelet , visita la región de Xinjiang para investigar las denuncias sobre la represión y el internamiento en campos de reeducación de hasta un millón de uigures para prevenir el terrorismo islamista. Una misión polémica por las dudas sobre lo que verá Bachelet y con quién podrá hablar.
Teniendo en cuenta la opacidad del autoritario régimen de Pekín, y que al parecer se desplazará en una «burbuja anti-Covid» que no podrán cubrir los medios internacionales, todo hace sospechar que será un viaje vigilado a «Xinjiang Potemkin». Es decir, un r ecorrido por la capital de la región, Urumqi , y su segunda mayor ciudad, Kashgar, orquestado por la propaganda y donde Bachelet no podrá moverse libremente, como tampoco pudieron hacerlo los expertos de la OMS que trataron de averiguar el origen del coronavirus el año pasado en Wuhan.
De todas maneras, su visión tampoco cambiaría mucho si pudiera ir por su cuenta, ya que el régimen chino ha montado en Xinjiang un auténtico Estado policial donde los uigures, permanentemente vigilados y amenazados, saben los riesgos de hablar abiertamente con un occidental. Así lo comprobó el año pasado este corresponsal durante un viaje de una semana a Urumqi y Kashgar, en el que fue seguido las 24 horas del día por varios equipos de agentes de paisano. Disimulando muy poco su presencia, su objetivo no era solo vigilar, sino disuadir de cualquier intento de hablar con la gente en la calle o de buscar los campos de reeducación levantados a las afueras de las ciudades. De igual modo, intentan impedir que se tomen fotografías de las mezquitas cerradas o de los numerosos monumentos islámicos y cementerios destruidos, obligando incluso a borrar dichas imágenes.
Pero lo que no pueden ocultar es el «Gran Hermano» que vigila Xinjiang, con minicomisarías fortificadas cada 500 metros , patrullas de policías con cascos y escudos desfilando por las plazas y bazares, cámaras de reconocimiento facial para entrar en los edificios, carteles de la propaganda por doquier y barreras para acceder a los monumentos y gasolineras. En la Ciudad Vieja de Kashgar, de las puertas de sus casas de adobe cuelgan códigos QR con la información de las familias que habitan en su interior para que la Policía los tenga controlados.
Coincidiendo con la visita de Bachelet, un consorcio de medios internacionales, entre ellos la BBC y 'El País', publicó ayer miles de fotos policiales de detenidos en campos de reeducación y documentos secretos que, al parecer, han sido robados por 'hackers' informáticos de los ordenadores del régimen.
Guardando un siniestro parecido con las fichas de los prisioneros de los campos de concentración nazis y del genocidio de los Jemeres Rojos en Camboya, dichas fotos muestran a cerca de 3.000 uigures arrestados en 2017 y 2018 en una sola comarca. Desde la expresión muerta de sus ojos, estos rostros de la represión añaden más preguntas para Pekín y para la ONU en el viaje de Bachelet a Xinjiang.
Noticias relacionadas