Carmen de Carlos - En foco

Venezuela, sin tregua

La lucha continúa y eso, hablando de Venezuela, no es poco

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La lucha continúa y eso, hablando de Venezuela, no es poco. Ojalá la «Operación libertad» hubiera servido de puente de plata -o de coltán- para que Nicolás Maduro emprendiera vuelo al país de nunca jamás y no volverás. Ojalá, fuera cierta la esperanza de que ese sueño se hiciera realidad inmediata y de paso, se embarcaran en el mismo viaje Diosdado Cabello y lo peor de cada casa del régimen, incluido ese traidor -o doble agente- de Vladimir Padrino López. Pero la expresión de deseo, desafortunadamente, no es una constatación de la realidad venezolana aunque ésta, en rigor, no sea hoy tan negra como la ven los más derrotistas.

Es cierto que los militares bolivarianos y mercenarios sembraron más muerte y dolor en los últimos días. Pero también lo es que el rescate, con un comando arrepentido del Sebin (Inteligencia Bolivariano) a Leopoldo López, fue una victoria muy importante que hizo trastabillar a Maduro y resucitó la esperanza en millones de venezolanos cansados de dejarse la piel y la vida en las calles.

También es verdad que el Grupo de Lima (GL), organización que reclama el fin de la dictadura siglo XXI de Maduro y una transición pacífica a la libertad, recuperó, con las democracias americanas que lo integran, nuevos bríos. Trata de convencer a Rusia -y a los otros- de que se retiren y retiren su apoyo a Maduro (el que venga pagará sus deudas económicas). Por primera vez el Grupo recurrió a Cuba para que «participe en la búsqueda de la solución a la crisis en Venezuela». Incorporar al sangriento gallinero bolivariano a la dictadura más zorra de la historia moderna es una baza odiosa pero, posiblemente, acertada. El proceso de paz con las FARC de Colombia es una prueba de ello.

No es un dato menor que Donald Trump y Vladimir Putin, se pusieran al teléfono para hablar de Venezuela. Como tampoco que España abriese las puertas de su Embajada a Leopoldo López. El tono del ministro Borrell al afirmar que el Gobierno, «no va a permitir que su embajada se convierta en un centro de activismo político»podía haber sido otro dando el mismo –y obligado- mensaje. Pero, es lo que hay y lo dicho, no es poco.

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