Francisco de Andrés

¡Gracias, señora May!

La «premier» conservadora británica se va con la vitola de ser una luchadora nata. Y poco más

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Antes de anunciar su propia defunción política, Theresa May se ha dejado la friolera de 36 altos cargos «tories» en el camino, desde que el acuerdo de Brexit que negoció con Bruselas fue rechazado por primera vez por el Parlamento británico el pasado 15 de enero. Más de cinco meses de travesía por un carril de vía muy estrecha han conducido a ninguna parte, simplemente porque nunca contó con cartas suficientes ni siquiera para jugar este prolongado farol. La mitad del arco político quiere quedarse en la Unión. Y la otra mitad del Parlamento está dividida, aunque cada vez ha ido pesando más el ala tory reacia al acuerdo de la «premier». Su última jugada –el refrito del mismo acuerdo, con promesa-zanahoria de otro referéndum– fue un solemne disparate, un intento desesperado de sobrevivir con una última brazada, antes de desaparecer en el océano de rivales.

Theresa May quería pasar a la Historia con un legado, la salida pactada de la UE con un acuerdo lo menos malo posible para ambas partes, y se va solo con la vitola de ser una luchadora nata. Y poco más.

La intención de la primera ministra «tory» era sin duda excelente. Buscar un término medio entre los dos extremos, que minimice el daño –en todos los terrenos– que producirá la salida del Reino Unido de la Unión Europea después de 46 años de matrimonio. Pero la disputa interna entre los británicos en torno al vínculo no tiene nada que ver con el bolsillo, ni con los argumentos políticos. Alguien definió hace poco la batalla del Brexit como el mayor despilfarro emocional de toda la Historia de Inglaterra.

El dilema shakesperiano sigue intacto desde el día después de la entrada de los británicos en 1973. Por eso lo mejor era desear que May se fuera, y que su sucesor supervise la cura del trauma, dentro o fuera de la UE. Sin términos medios. La marcha de los británicos –sin anestesia como quieren los «brexiters», que ya huelen victoria– sería al fin y al cabo otro jalón más. Puede darse otro referéndum más adelante para regresar a la Unión, porque el de 2016 no fue el primero. En 1975 se celebró otro, en plena luna de miel, con victoria europeísta.

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