Turquía desafía a la OTAN, de la que es miembro, y compra misiles a Rusia
Llegan a Ankara los primeros cargamentos del sistema ruso S-400, de defensa antiaérea, comprados a Moscú pese a las críticas aliadas
El primer suministro de lanzaderas de misiles antiaéreos S-400 llegaron ayer a Turquía procedentes de Rusia en el marco del contrato firmado por ambos países en abril de 2017. Esta transacción ha sido criticada por Estados Unidos y la OTAN por considerar que un miembro de la Alianza como Turquía no debe depender de Rusia desde el punto de vista armamentístico. Washington amenaza incluso a Ankara con sanciones y con no entregar los aviones de combate F-35.
«La primera entrega del sistema de defensa de misiles S-400, que se adquiere para cubrir las necesidades de la defensa aérea de Turquía, ha comenzado a llegar a la base aérea de Mürted en Ankara desde el 12 de julio de 2019», se asegura en el comunicado difundido por el Ministerio de Defensa ruso.
El contrato entre Moscú y Ankara fue concluido hace dos años y supuso una inversión para Turquía de más de 2.200 millones de euros.
Para captar información
Los S-400 son el sistema de defensa antimisiles y de contraataque aéreo más sofisticado en el arsenal ruso y uno de los más eficaces del mundo. Sin embargo, Estados Unidos y la OTAN han criticado la operación porque ven posible que la tecnología que emplean las baterías S-400 pueda ser utilizada para captar información sensible sobre los sistemas instalados en las aeronaves militares de la Alianza, permitiendo que Rusia acceda a esos datos. Se argumenta también que los S-400 no son compatibles con los equipamientos de la Alianza.
Por eso, EE.UU. ha advertido a Turquía que podría quedarse sin los cazas norteamericanos F-35 que planeaba adquirir . Desde el Pentágono se emplazó a Ankara a elegir entre los S-400 rusos o los aviones estadounidenses, cuya entrega lleva suspendida desde abril.
Como alternativa, Washington ofreció misiles estadounidenses Patriot, pero fueron rechazados por Ankara con el argumento de que «Rusia ofrece mejores condiciones».
Los presidentes de Estados Unidos y Turquía, Donald Trump y Recep Tayyip Erdogan, se reunieron en mayo en Washington y conversaron después durante la cumbre del G-20 a finales de junio en Osaka, pero no acercaron posturas. Las relaciones se mantienen tensas, no solo a cuenta de la compra a Moscú de los sistemas S-400, sino también a causa de la negativa de EE.UU. a extraditar al clérigo Fetulá Gulen, acusado en Turquía de estar detrás del golpe de Estado en julio de 2016, y las detenciones de ciudadanos norteamericanos en Turquía.
Sin embargo, la entente entre Moscú y Ankara, pese a la crisis que atravesaron en 2015-2016 por el derribo de un cazabombardero ruso Su-24 en Sira por parte de cazas turcos F-16 y las numerosas discrepancias sobre Siria, no deja de fortalecerse.
Cooperar con Moscú
El último encuentro de alto nivel entre los dos países tuvo lugar en Moscú a comienzos de abril. El presidente Putin recibió a Erdogan en el Kremlin: «Nuestros países tienen el serio propósito de reforzar la cooperación técnico-militar y, antes de nada, se trata de cumplir el contrato de e ntrega de los sistemas de misiles S-400», afirmó Putin. Hablaron también de otros tipos de armas y, en mayo, el líder turco desveló que existen planes de producir conjuntamente con Rusia las nuevas lanzaderas S-500. «Habrá una producción conjunta de S-500 después de los S-400», afirmó Erdogan ante un auditorio de jóvenes en un programa de televisión.
Rusia y Turquía cooperan también en importantes proyectos de energía, como la construcción con tecnología rusa de la central atómica de Akkuyu, cuya puesta en marcha se prevé para 2023. Será la primera planta nuclear turca. Ambos países construyen además el gaseoducto TurkStream.
Moscú y Ankara acordaron en septiembre de 2018 el establecimiento de una zona desmilitarizada en la provincia siria de Idlib con la retirada escalonada de las milicias beligerantes y el material pesado. El cumplimiento de este memorando, además del deseo de los turcos, no compartido por el Kremlin, de acabar con las milicias kurdas, está siendo el principal punto de fricción entre las dos capitales. Turquía se queja de la ofensiva que está llevando a cabo el Ejército sirio, con la ayuda de la aviación rusa, dirigida contra milicias auspiciadas por Turquía y a veces con ataques directos a los puestos de observación de las tropas turcas.
Los S-400 Triumph son lanzaderas móviles montadas sobre camiones cuyos misiles están capacitados para alcanzar objetivos aerodinámicos en un rango de hasta 400 kilómetros y objetivos balísticos tácticos en una distancia de hasta 60 kilómetros.
El radar de detección temprana con el que está dotado proporciona un rango de alerta de hasta 600 kilómetros. Los misiles pueden golpear objetivos en vuelo rasante, a alturas muy bajas. Según el manual del Ministerio de Defensa ruso, las lanzaderas S-400 «son capaces de repeler con muy alta efectividad ataques aéreos masivos con medios sofisticados y en condiciones de apagón electrónico intenso». Se asevera además que pueden actuar en «condiciones climáticas diversas». En noviembre de 2015, tras el incidente aéreo en el que un cazabombardero ruso Su-24 fue derribado, los S-400 fueron emplazados en Siria, en la base rusa de Hmeimim (Latakia).
Irán, que ya recibió de Rusia lanzaderas S-300, lleva tiempo tratando de conseguir también las S-400. Pero Moscú ha estado posponiendo una y otra vez la transacción. Ahora, con la crisis en el Golfo de Ormuz, en el Kremlin están considerando la posibilidad de aceptar las demandas de Teherán a fin de reforzar su sistema defensivo en caso de que estalle una guerra en la región.
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