Debate sobre el Estado de la Unión
Trump presentará un plan de gasto de 1,7 billones en infraestructuras
Se aferrará al éxito económico frente a la crecida de la trama rusa
Subirá al estrado días antes de ser interrogado por el fiscal especial
Llamar Debate sobre el Estado de la Unión a la sesión que protagonizará Donald Trump este martes no es incorrecto. Pero en la era del presidente «outsider», la sola apelación al concepto de unidad en EE.UU. roza con el sarcasmo. Nunca como en el segundo discurso que va a pronunciar Trump, la división, la protesta y el enfrentamiento han restado solemnidad al mensaje que el titular de la Casa Blanca dirige tradicionalmente a la nación, desde que el siglo XX consolidara una iniciativa original del padre de la patria George Washington . Víctimas (presuntas) de abusos sexuales del presidente, «dreamers» en espera de una solución para su estatus, boicot de congresistas, otros dispuestos a rechazar la mano de su gobernante… El debate que siempre ha exhibido a una nación con diferencias, pero con unos mismos objetivos, mostrará ahora a un presidente al que medio país todavía se resiste a reconocer como propio. Por si hubiera poca distorsión, la estrella del porno Stormy Daniels se pasea estos días por las televisiones recordando una de las aventuras adúlteras del ocupante del Despacho Oval, que la primera dama, Melania, ha castigado con su distanciamiento.
Noticias relacionadas
El anunciado ruido de la sesión no es sino el sonido de ambiente de un enrabietado pulso político que paraliza con frecuencia la agenda del presidente y la mecánica parlamentaria que hace funcionar EE.UU. Aunque Trump ha logrado a trompicones liberar algunas de sus grandes apuestas, algo que destacará en su discurso para contrarrestar las críticas de parálisis . Tras enderezar su desnortado rumbo con la aprobación de la rebaja fiscal , el presidente afronta un segundo año con no menos dificultades. Nada que impida que Trump saque pecho mañana por los primeros resultados de su gestión. La mejora económica y la repatriación de fondos de las grandes compañías norteamericanas empujan este enero como viento a favor, pero el cierre del Gobierno Federal que empañó durante tres días la celebración de su primer aniversario asoma como una amenaza permanente. Cuando Trump suba el estrado, restarán sólo diez días para que se agote la prórroga presupuestaria que permite cobrar todavía a millones de funcionarios.
Una semana de infarto
La última propuesta de la Casa Blanca para deshacer el encastillado pacto por la inmigración, la ciudadanía para 1,8 millones de «dreamers» a cambio de 25.000 millones para construir el muro con México , ha entrado en el legislativo con más pena que gloria. El presidente con alma de jugador va a insistir en su redoblada apuesta. Pero las diferencias internas en el Congreso aventuran otra última semana de infarto para evitar el bloqueo. Ni siquiera las direcciones republicanas y demócratas controlan ya las cámaras, desde que un movimiento interno bipartidista que agrupa a una veintena de congresistas, bajo la llamativa apelación de «Sentido Común», harta de las disputas entre sus líderes, se convirtiera en decisiva para un acuerdo.
Durante su discurso, Trump pondrá el acento en su segunda gran apuesta económica, el plan de infraestructuras, con el que pretende complementar la rebaja fiscal . Para el presidente-empresario, la prioridad es «empleo, empleo, empleo», como recalcaba hace unos días en Twitter. Su iniciativa supondría liberar una inversión de 1,7 billones de dólares para construir puentes, autovías, colegios, hospitales y mejorar la red de ferrocarril. Una necesidad perentoria en un país en el que las infraestructuras pasaron al segundo plano durante las últimas décadas. La propuesta ofrece muchas dudas. Congresistas republicanos y demócratas recelan de otro aumento del déficit que ya la rebaja fiscal prevé, cuando la deuda pública supera ya los 20 billones de dólares.
La Casa Blanca plantea que más de la mitad de la inversión vendrá de la mano de la empresa privada, pero la desconfianza está instalada en el Capitolio. Trump juega con una doble baza : los congresistas de ambos partidos difícilmente podrán rechazar inversiones en obras en sus estados o distritos, y menos con las elecciones legislativas del midterm (mitad de mandato) a nueve meses; los demócratas, siempre proclives al keynesiano impulso de la obra pública, podrían salir esta vez en socorro de un presidente que a menudo choca más con los propios republicanos. Pero el precedente del fracasado pacto migratorio no permite arrojar suficiente luz.
Interrogatorio
La mayor incógnita previa a su intervención presidencial consiste en saber si Trump aludirá en algún momento a la investigación de la llamada trama rusa , que trata de probar la connivencia de su campaña con el Kremlin y la posterior obstrucción a la Justicia que habría cometido en su intento de frenar las pesquisas, ya como presidente. Al término del Debate sobre el Estado de la Unión, a Trump y a sus abogados les espera mucho trabajo para responder a las preguntas que el fiscal especial, Robert Mueller , remitió recientemente. El interrogatorio se llevará a cabo por escrito y sin que medie juramento alguno, como han recomendado los letrados a un presidente que se declaró públicamente dispuesto a poner la mano sobre la Biblia. «No hay un gran jurado delante», zanjó el abogado jefe.