Trump aplaza la aprobación de sanciones a Putin por injerencia
Dimite bajo presión el número dos del FBI, Andrew McCabe, acusado de beneficiar a la excandidata demócrata Hillary Clinton
Con el mismo desinterés con que se saltó a la torera el pasado octubre el mandato del Congreso y cuando ya vencía el nuevo plazo, Donald Trump decidió anoche aplazar la aprobación de las primeras sanciones contra Rusia por su intromisión en las elecciones presidenciales que él mismo ganó. Tras mantener la incertidumbre durante todo el día y después de horas de inquietud en las filas republicanas, temerosas de que otro plante presidencial reforzaría aún más la idea de su connivencia con Rusia, la Administración iba a dar a conocer la lista de sanciones elegidas, según había anunciado la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Sarah Sanders. Sin embargo, la falta de comunicado alguno durante varias horas volvió a despertar la inquietud en el Congreso. Nadie era capaz de adivinar si nos encontramos ante un desafío en toda regla o ante el anticipo de otra aprobación a regañadientes.
La indecisión del presidente más reacio al encontronazo con Moscú en la historia reciente prolonga un largo proceso de tirante relación con los propios congresistas republicanos . Desde que en julio el Senado aprobó casi por unanimidad una ley que le obliga a sancionar a Rusia, las reticencias de Trump a aplicarla han sido permanentes.
En agosto, obligado por los plazos para sancionarla, no ahorró críticas contra los senadores de su partido, de los que llegó a insinuar que habían impulsado una norma inconstitucional, por invadir el ámbito presidencial. Hizo ruido, pero firmó. Cuando llegó octubre, obligado por los plazos a aprobar las primeras sanciones concretas, Trump optó por el silencio administrativo . La justificación de la Casa Blanca entonces para no poner en marcha las correspondientes medidas de castigo a Rusia consistió en explicar que la Administración del Tesoro estaba trabajando aún en una lista de sanciones y de sancionables. Ayer, el presidente, otra vez jugando al despiste desde la víspera y pasándolo por alto públicamente durante toda la jornada, no terminó dando su aprobación definitiva.
Evitar enfrentamientos
El texto legislativo que sirve de paraguas para las medidas aprobadas incluye doce tipos de medidas de las que el ocupante del Despacho Oval debía elegir cinco. Diversas fuentes del Congreso daban por hecho que Trump se iba a decantar por las más suaves, en su permanente voluntad de evitar un encontronazo con Putin. Para el presidente «outsider», que derrotó a todo el «establishment» contra pronóstico, la asunción de medidas contra Rusia es un acto de reconocimiento de que recibió su ayuda para el triunfo. Algo que una personalidad como la de Trump difícilmente va a reconocer nunca. Por encima, incluso, de las conclusiones que suscribieron en su día las principales agencias de Inteligencia estadounidense, recogidas en un categórico informe.
En un Washington salpicado cada día, casi cada hora, por noticias que añaden aderezo a la tremenda ensalada en que se ha convertido la investigación de la trama rusa, irrumpió ayer la dimisión del número dos del FBI, Andrew McCabe . La misma Administración se cobraba al fin una de las piezas más ansiadas, que Trump había reclamado de forma insistente. Si su reticencia a sancionar a Putin alimenta la teoría de una supuesta conspiración previa a la elección, la marcha de McCabe, anunciada ayer por el propio protagonista, incrementa la lista de víctimas del escándalo desde que el nuevo presidente tomara mando en plaza.
La destitución de Comey
Para entender la marcha de quien también fue segundo del anterior jefe del FBI, James Comey , y después jefe en funciones, hay que recordar que es precisamente la destitución de Comey a cargo de Trump el principal hecho, el eje sobre el que gira la actual investigación del fiscal especial contra él. Para Mueller es un indicio de que el presidente, en su intento de frenar la investigación de la trama rusa, pudo cometer también un delito de obstrucción a la justicia.
La salida de Andrew McCabe se produce después de una indisimulada presión a cargo del fiscal general, Jeff Sessions, sobre su director, Christopher Wray. Como se publicó recientemente, el propio Trump llegó a preguntar hace unos meses al ahora dimitido a qué candidato había votado en la elección presidencial. Para el entorno de Trump y muchos republicanos, el hasta ayer número dos del FBI fue una de las piezas clave para que Hillary Clinton no fuera inculpada en el escándalo de los e-mails.
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