CELEBRACIONES DEL 4 DE JULIO

Trump denuncia el ascenso de un «nuevo fascismo de extrema izquierda»

En un controvertido discuso en el monte Rushmore en el Día de la Independencia, el presidente promete acabar con la destrucción de la memoria histórica de EE.UU.

Donald Trump, en el Monte Rushmore para la celebración del Día de la Independencia AFP
David Alandete

David Alandete

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Siempre preocupado por su imagen personal y la puesta en escena de sus apariciones, Donald Trump voló el viernes desde Washington a Dakota del Sur para dar el discurso inaugural de las celebraciones del 244 aniversario de la independencia de Estados Unidos ante el afamado monte Rushmore . Tras su aterrizaje, en un enfoque medido y calculado por la Casa Blanca, el presidente se hizo acompañar por los fotógrafos y se colocó en el punto exacto en el que su faz quedó a la derecha de las tallas sobre la roca de George Washington , Thomas Jefferson , Teddy Roosevelt y Abraham Lincoln . El discurso que dio, sin embargo, no fue una celebración de la historia de la nación por encima de partidismos, sino una denuncia de la ola de indignación racial que busca derribar los monumentos de un pasado para muchos incómodo.

Ante los rostros de presidentes que dedicaron sus vidas a fortalecer la unión, Trump denunció el intento de retirar estatuas de ellos y de muchos otros, algo que se ha convertido en uno de los ejes centrales de su campaña. «En las escuelas, en las redacciones de los medios, incluso en las salas de juntas de las empresas, existe un nuevo tipo de fascismo de extrema izquierda que exige lealtad absoluta. Si no hablas su idioma, acatas sus rituales, recitas sus lemas y obedeces sus mandamientos, serás censurado, desterrado, incluido en la lista negra, perseguido y castigado. Eso no va a suceder», dijo el presidente.

«¡No sucederá contigo!», le interrumpió uno de los presentes entre el público. «Tienes razón», respondió desde el podio Trump.

Trump, con la primera dama, Melania Trump, en el Monte Rushmore AFP

Después, el presidente prosiguió: «No se equivoquen, esta revolución cultural de izquierdas está diseñada para acabar con la revolución americana. Al hacerlo, destruirán la misma civilización que rescató a miles de millones de personas de la pobreza, la enfermedad, la violencia y el hambre, y que llevó a la humanidad a nuevas cotas de logros, descubrimientos y progreso».

El presidente repasó brevemente las biografías de Washington, Jefferson, Roosevelt y Lincoln, y recordó, correctamente, que los manifestantes han pedido que se retiren estatuas y monumentos dedicados a su memoria. No se salva ni Lincoln, que ganó la guerra al sur y acabó con la esclavitud. Una de sus estatuas en Washington ha tenido que ser vallada porque casi la tumban la semana pasada.

De nuevo, polémica

El discurso de Trump fue, como todo lo que suele hacer Trump, polémico. Hubo quienes en los programas de televisión del sábado por la mañana le atribuyeron su autoría a su asesor Stephen Miller , conocido por su beligerante populismo, el verdadero heredero de Steve Bannon en la Casa Blanca. El candidato demócrata Joe Biden respondió con una breve frase en redes sociales: «Si eligen a la persona equivocada para el cargo, verás cosas que antes no habrían creído posibles».

Para añadir dramatismo al discurso, minutos después de que Trump embarcara en el Air Force One de regreso a la capital, los representantes del cantante Neil Young le pidieron que no volviera a utilizar, como hizo, sus canciones en ningún acto, de la presidencia o de la campaña. Antes de que el presidente comenzara a hablar, sonaron en los altavoces los temas «Like a hurricane» y «Rockin’ in the free world».

En parte, Trump también quiso redimirse el viernes. No ante la nación por las cifras de la pandemia de coronavirus , que sigue batiendo récords de infecciones en EE.UU. día tras día, sino ante sus seguidores. Su primer mitin en la pandemia, celebrado en Oklahoma hace dos semanas, fue un fiasco de público, y, según comienza a saberse ahora, un foco de infecciones que ha afectado incluso a la nuera del presidente. Por eso, su equipo planeó un evento por todo lo alto, con música en directo, fuegos artificiales y un discurso ante uno de los monumentos más importantes y estimados del país.

Aunque esta semana cambió el tono y admitió la necesidad de usar mascarillas en público, ni el presidente, ni la primera dama, ni sus acompañantes la llevaron. Tampoco se guardó en las gradas la distancia de seguridad que recomiendan los expertos sanitarios. Han fallecido en EE.UU. 125.000 personas por la pandemia. A medida que aumentan los casos, la Casa Blanca ha ido endureciendo sus críticas a China por sus errores y equívocos cuando se declaró el primer foco de infección el año pasado.

A su regreso a Washington, Trump convocó este sábado a familiares, conocidos y colaboradores en Washington para una celebración del 4 de julio en la Casa Blanca, con fuegos artificiales incluidos. Este año, sin embargo, la capital estaba vacía, ausentes por la pandemia las multitudes de estadounidenses que cada año descienden sobre ella para celebrar la independencia de su nación.

Poco a poco, Trump recupera su agenda tras cuatro meses de precauciones y cuarentenas. La semana que acaba le visitó en Washington el presidente polaco, Andrzej Duda . Y en la entrante, tiene planeado visitar la Casa Blanca el mexicano Andrés Manuel López Obrador , el primer viaje que hace fuera de su país desde que ingresó en la presidencia. Los demócratas, que ven con malos ojos su visita, le han pedido que se la replantee y la deje para otro momento.

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