Trump se apunta un tanto con la guerra comercial contra China
El déficit de exportaciones en Estados Unidos cae a mínimos históricos, la economía crece a buen paso y el paro es el más bajo desde 1969
A pesar de las frenéticas negociaciones mantenidas en el último momento en Washington, las dos mayores potencias económicas demostraron ayer que han emprendido rumbos comerciales radicalmente diferentes que pueden acabar con un conflicto diplomático entre ambas. Por una parte, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, confirmó ayer que considera un éxito su estrategia de renegociar en su beneficio los tratados de comercio bajo amenaza de imponer nuevos aranceles . China, por su parte, recurrió a la poco habitual práctica de anunciar a través de uno de sus medios oficiales que de ahora en adelante no rehuirá del conflicto porque se encuentra preparada para una guerra comercial en toda regla.
Sin embargo, tan inquietante le resulta la guerra comercial declarada por la Casa Blanca a China que el presidente del país asiático, Xi Jinping, le ha enviado una carta a Trump que este último calificó ayer de «hermosa» y cuyo contenido resumió de este modo: «Trabajemos juntos para ver si podemos lograr algún resultado». El mensaje de Trump durante unas declaraciones a los medios en la Casa Blanca fue bastante sencillo: la amenaza de sanciones funciona y aunque haya sembrado el pánico en los mercados y haya enervado a patronales, comerciantes y asociaciones de consumidores, ya ofrece resultados tangibles.
Problema acuciante
El mes de marzo, el déficit comercial de EE.UU. respecto a China cayó a su mínimo en cinco años. Gracias a las presiones de Trump y a una primera ronda de aranceles impuestos el año pasado, las exportaciones de EE.UU. a China subieron un 23,6% mientras las importaciones cayeron un 6,1%. En total, el déficit comercial entre EE.UU. y China en marzo fue de 20.700 millones de dólares (18.400 millones de euros), un 16,2% por debajo del que se registró en febrero.
Que el problema de los aranceles es acuciante lo demuestra el que una delegación china comandada por el viceprimer ministro Liu He visitara ayer Washington y se reuniera hasta altas horas con un equipo de negociadores norteamericanos a cuyo frente estaban el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin , y el representante de Comercio, Robert Lighthizer . Sobre la mesa estaba el aplazamiento de la segunda ronda de aranceles de Trump, una nueva tanda de impuestos del 25% sobre productos chinos por un valor estimado total de 200.000 millones. Entre la mercancía afectada se encuentran artículos tan dispares como electrodomésticos, maletas o marisco congelado.
Aranceles chinos
Antes de que comenzara la ronda de contactos, el gobierno chino amenazó con responder con sus propios aranceles, algo que según los analistas financieros podría entorpecer el crecimiento global. «Si los aranceles de EE.UU. llegan a entrar en vigor, China deberá tomar las represalias adecuadas », dijo el ministerio chino de Comercio en un comunicado difundido a los medios. Dado el control estatal de la economía y el comercio, las autoridades chinas también pueden responder contra empresas norteamericanas que producen y venden en ese país a escala masiva, como Apple.
El problema para Trump no sólo es que China, con una economía completamente controlada por el aparato comunista, venda más a EE.UU. de lo que compra. En realidad la lista de agravios es mucho más larga e incluye el espionaje industrial, el robo de material patentado y la obligación a las empresas extranjeras que quieran hacer negocios en ese país asiático de compartir con el gobierno su propiedad intelectual. Todos esos puntos de fricción se han negociado como parte de un nuevo acuerdo comercial al que Pekín se ha resistido.
Antes de la llegada a Washington de la delegación china, un medio estatal del partido comunista, Global Times, declaró en un artículo que « China no le teme al conflicto ». «Psicológica y materialmente, China está mucho más preparada que su contraparte estadounidense», aseguró.
Trump tampoco le teme al conflicto, y ayer reiteró que prepara todavía más aranceles si China no cumple sus compromisos. En esta ocasión serían impuestos del 25 % al resto de productos importados por un valor de 325.000 millones. El año pasado, en la primera ronda, EE.UU. impuso aranceles a bienes estimados en otros 250.000 millones.
Senda proteccionista
Los mercados han reaccionado a la baja en días recientes ante las noticias de que EE.UU. y China no avanzaban hacia un acuerdo. El mismo temor han expresado los distribuidores y minoristas . Según el vicepresidente de la Federación Nacional de Comerciantes, David French, «una negociación basada en aranceles resulta contraproducente, y ahora sólo cabe esperar que China sea capaz de hacer concesiones para evitar un desastre».
Bajo Trump, las tornas se han invertido, con EE.UU. siguiendo una senda proteccionista y China, país de partido único y control comunista, defendiendo el derribo de las trabas al comercio. De momento, la estrategia de Trump ha dado como resultado una economía robusta con un crecimiento anual del Producto Interior Bruto del 3,2% en el primer trimestre y un desempleo del 3,6%, el porcentaje más bajo desde 1969.
La Casa Blanca lleva desde febrero anunciando una cumbre entre Trump y Xi, en la que en teoría se firmaría un acuerdo de enorme importancia para Washington, pero a medida que las negociaciones se han alargado, esos planes se han puesto entre paréntesis.
El actual gobierno norteamericano se ha negado a hacer concesión alguna frente a China. Aparte de la guerra comercial, ha vetado la entrada de empresas tecnológicas como Huawei en el mercado del desarrollo de las redes de conexión móvil 5G . Además ha roto un acuerdo de desnuclearización con Rusia porque no afectaba a China y quiere que esta se comprometa también a limitar sus misiles como hace el resto de potencias militares. También ha acusado a Pekín de proteger al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela al vetar resoluciones de condena en su contra en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.