El transporte público de Lisboa: la semilla del caos
Las averías en el Metro de la capital portuguesa se producen con cierta asiduidad y no se interrumpe únicamente un tramo sino la línea completa, sin que se habiliten autobuses alternativos
Hacer uso del transporte público en Lisboa implica una alta probabilidad de imprevistos , cuando no de percances surrealistas. De manera que llegar puntual a cualquier cita requiere salir de casa con tiempo para poder compensar semejantes «sorpresas».
El tranvía otorga a la ciudad una verdadera seña de identidad, especialmente el Nº28, tomado al asalto por los turistas. El más funcional, el 15 (con destinos Belém y Algés), suele apostar por vagones de nuevo cuño, pero con todo no resulta extraño que, de repente, se atasque a causa de automóviles mal aparcados o camiones de reparto atravesados en la vía . La escena de contemplar a los viajeros arremolinados en una parada suele ser el botón de muestra.
En el caso del Metro, las eventualidades se multiplican. Las averías se producen con una cierta asiduidad y no se interrumpe únicamente un tramo sino la línea completa, sin que se habiliten autobuses alternativos.
Esta red, otra vez bajo el dominio público tras anularse la venta al grupo español Avanza, tiene una extensión bastante más limitada que, por ejemplo, la de Madrid . Las llamadas «avenidas nuevas» concentran el itinerario, mientras que las estaciones brillan por su ausencia en las tupidas cuestas de la Alfama o el Barrio Alto.
Las huelgas salvajes se suceden en el Metro, provocando un colapso total en la ciudad. Los trabajadores, conscientes de sus beneficios (abonos gratuitos para sus familias), no tienen ningún reparo en dejar de acudir a sus puestos en fechas señaladas, tal cual aconteció la pasada Nochevieja.
Los autobuses funcionan algo mejor, aunque uno ha de acostumbrarse a la conducción temeraria de los estresados chóferes. Conclusión: un desbarajuste en la capital portuguesa .
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