Tensión en Hong Kong ante nuevas protestas de alto riesgo
Los manifestantes desafían la prohibición policial de marchar hoy en Yuen Long, donde fueron atacados el domingo
Las protestas de Hong Kong contra la ley de extradición a China, suspendida pero no retirada, toman altura. Cuando se cumple el octavo fin de semana de movilizaciones, la tensión es máxima ante el temor a un estallido de violencia como el del domingo pasado. En Yuen Long, el distrito donde cientos de matones de las triadas y partidarios del régimen de Pekín dejaron 45 heridos al atacar brutalmente a los manifestantes con cañas de bambú, hay convocada una marcha para hoy. Aunque la Policía la ha prohibido alegando motivos de seguridad, los organizadores siguen adelante y se espera que sea masiva y de alto riesgo, pues es una zona con abundante población a favor de China.
Llamando a la participación, varios miles de manifestantes ocuparon ayer el vestíbulo de llegadas del aeropuerto de Hong Kong, uno de los más transitados del mundo, para darle una bienvenida muy especial a los pasajeros que acababan de aterrizar. «Time for freedom, free Hong Kong!» («¡Tiempo de libertad, Hong Kong libre!»), gritaban haciendo un pasillo en sus dos salidas, donde repartían folletos explicativos de las protestas en mandarín, con los caracteres simplificados del continente y tradicionales del cantonés, inglés y coreano.
Los manifestantes, en su mayoría jóvenes ataviados con las camisetas negras características de la protesta, mostraban pancartas criticando a la Policía y alertando a los turistas de que Hong Kong, hasta ahora una de las ciudades más tranquilas del mundo, se había vuelto un lugar peligroso. «La Policía de Hong Kong ejerce la violencia sobre gente inocente», rezaba un cartel denunciando su pasividad - cuando no connivencia - con el salvaje ataque del domingo en Yuen Long, a una hora del centro de la isla en la zona continental de los Nuevos Territorios, próxima a la frontera con China.
«El bando pro-gubernamental ha amenazado a la Policía haciéndola responsable de los incidentes que pudieran ocurrir y esto es inaceptable. El Gobierno no puede quitarnos el derecho a expresar nuestra opinión», explicaba Matt, un piloto de avión de 26 años que se había unido a la protesta cuando lo llamaron sus compañeros de aerolínea desde el aeropuerto.
Movilizados a través de las redes sociales, como viene siendo habitual desde que empezaron las protestas hace un mes y medio, los jóvenes empezaron a acudir al aeropuerto al mediodía (seis de la mañana, hora peninsular española) y se quedaron hasta el filo de la medianoche (seis de la tarde en España).
«Mano negra»
«Esta es una forma de que los viajeros que llegan a Hong Kong conozcan lo que está pasando, sobre todo los que proceden de China continental, pero muchos se ríen de nosotros y nos miran con desprecio», contaba Eugenia, ceramista de 26 años.
Aunque las noticias sobre las protestas han sido censuradas en los medios y las redes sociales de China, la propaganda del régimen está difundiendo ya algunas informaciones culpando a EE.UU. de ser la «mano negra» detrás de la revuelta y acusando a los manifestantes de antipatriotas por su vandalismo del domingo contra la Oficina del Gobierno central.
Apelando a este sentimiento nacional, la propaganda pretende galvanizar a la sociedad china en torno al Partido Comunista. Se abre así aún más la división entre la comunidad local hongkonesa, que habla cantonés y goza de más libertades que el resto del país, y los chinos del continente, muchos de los cuales interpretan las protestas contra la ley de extradición como un ataque a la soberanía nacional.
Con cara de sorpresa, porque en China las protestas son abortadas de inmediato por la Policía, los turistas procedentes del continente atravesaban el vestíbulo arrastrando sus maletas y grabando con sus móviles. Entre cánticos y toques de tambor, la protesta fue festiva, pero hubo algún que otro momento de tensión con algún pasajero airado con los manifestantes.
De todas maneras, fue poca cosa en comparación con lo que se espera hoy, cuando las protestas lleguen al conflictivo distrito de Yuen Long. «Hay quien dice que vamos a quemar sus casas, pero demostraremos que los manifestantes de Hong Kong somos pacíficos», prometía Pipi, de 26 años, que es funcionaria del Gobierno local pero está en contra de su gestión. Sin miedo a que haya otro Tiananmen si Pekín envía al Ejército, como ha sugerido, clama que «si vienen a matarnos, moriremos todos juntos».