Una supuesta espía rusa trabajó durante años en la embajada de Estados Unidos en Moscú
Según una revelación del diario «The Guardian», habría tenido acceso a material altamente confidencial
Puede parecer que las novelas y las películas de espías rusos y americanos forman parte de un tiempo anterior, pero las actuales relaciones entre Rusia y Estados Unidos siguen deparando episodios dignos de los buenos tiempos del espionaje en la Guerra Fría. Si hace unas semanas informábamos de la detención en Washington de Maria Butina , una ciudadana rusa acusada de trabajar como espía a las órdenes del Kremlin, el diario « The Guardian » informa ahora que otra supuesta espía de nacionalidad rusa trabajó durante una década en la embajada estadounidense en Moscú.
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La sospechosa estuvo trabajando en la delegación americana hasta mediados del año pasado. Según el diario británico, fue contratada por el Servicio Secreto de Estados Unidos y habría tenido acceso a la intranet de la agencia, lo que le permitía consultar material altamente confidencial, incluida la agenda del presidente y del vicepresidente. La agencia ha intentado restar importancia al papel de la supuesta espía y han señalado que las labores de los extranjeros contratados «se limitan a traducción, interpretación, orientación cultural, intermediación y apoyo administrativo». Además, añaden que en ningún caso esta trabajadora estuvo «en posición de obtener información de seguridad nacional».
Despedida el pasado verano
La fuente con la que cuenta «The Guardian» ha informado de que la mujer fue despedida el pasado verano después de que el Departamento de Estado, que ha declinado cualquier confirmación, le revocara la autorización de seguridad. Esta misma fuente señala que, con un simple despido, el Servicio Secreto está intentando tapar el riesgo que puede haber supuesto su trabajo en la embajada y ha denunciado que no se ha realizado ninguna investigación «para evaluar el daño o para ver si reclutó a otros empleados para que le proporcionaran más información».
Las sospechas sobre su comportamiento empezaron en 2016 a partir de una investigación rutinaria del Departamento de Estado que detectó que su trabajadora estaba manteniendo encuentros frecuentes y no autorizados con miembros del Servicio Federal de Seguridad de Rusia.