Francisco de Andrés

Sobrevivir en la Franja

El choque permanente de David contra Goliath alentado por Hamás muestra la ceguera ideológica del movimiento islamista

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Abba Eban, autor y diplomático israelí fallecido en 2002, escribió que la Historia nos ha enseñado que los hombres y las naciones acaban actuando con sabiduría, pero solo cuando han agotado el resto de las posibilidades. También hizo famoso aquel dicho de que «los árabes nunca pierden la posibilidad de perder una posibilidad», una maldad que más que a la actual dirigencia palestina habría que atribuírsela particularmente a Arafat, quien por querer el todo dejó a su pueblo sin la parte después de los Acuerdos de Oslo.

El último intercambio de golpes entre Israel y el régimen radical de Hamás, que gobierna la franja de Gaza, puede ser visto como otro desigual combate entre David y Goliath, o como un ejemplo patético más de la ceguera ideológica islamista que acaban pagando los inocentes. Es fácil imaginar quién sufre más cuando las milicias de Hamás deciden lanzar sus cohetes Qassam, artesanales y sin guía pero a veces letales, contra las poblaciones israelíes al otro lado de la frontera. El ojo por ojo israelí es inmediato, y esa política, implacable, es de sobra conocida por los dirigentes del movimiento radical palestino.

La Franja de Gaza es una trampa de ratones, un pedazo de territorio de apenas 41 kilómetros de largo y entre 6 a 12 kilómetros de ancho, en la que viven más de dos millones de seres humanos, en una de las mayores densidades de población del mundo. Solo la pericia de la aviación israelí puede explicar que ese mínimo territorio no haya sido ya literalmente arrasado por los miles de bombas lanzadas desde que –en 2007– Hamás se adueñó por la fuerza del poder en Gaza, y empezó su política de escaramuzas permanentes contra Israel.

El bloqueo marítimo y terrestre, decretado por Israel, convierte a un sector importante del pueblo palestino en rehén de todos y víctima de una guerra –de baja intensidad pero sin salida– que ellos no han elegido. La connivencia de Hamás, suní, con los movimientos radicales islamistas y con el régimen «hereje» de Irán, chií, es otro eslabón más de las cadenas que hoy atan a los habitantes civiles de la franja.

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