DE LEJOS
Sobrevivir al chavismo
El «experimento» de más revolución y menos pobreza solo genera en Venezuela menos libertad y más miseria
Tras casi dos décadas de costosa experimentación con el populismo más delirante, Venezuela empieza a presentar varios de los síntomas más trágicos que caracterizan a un estado fallido: pérdida del monopolio de la violencia legítima; erosión de cualquier noción de autoridad para tomar decisiones colectivas; y una cada vez mayor incapacidad para proveer a sus ciudadanos de servicios públicos fundamentales.
En uno de esos pactos faustianos que tanto han proliferado en América Latina, la república bolivariana no ha dudado en sacrificar libertades fundamentales y despilfarrar sus finanzas con el elusivo objetivo de ofrecer una mayor justicia social para sus descamisados. Y en el balance final, los venezolanos se han quedado sin todo lo sacrificado y no han alcanzado nada de lo anhelado.
La crisis humanitaria de Venezuela pasa por hospitales que han retrocedido hasta niveles tercermundistas por la carencia de medicamentos, instrumental e incluso alimento para recién nacidos. Hasta la malaria vuelve a hacer estragos en un país que camina rápidamente hacia atrás. Es necesario recordar que Venezuela fue la primera nación en el mundo reconocida por la Organización Mundial en 1961, antes incluso que Estados Unidos y otras economías avanzadas, por haber logrado erradicar la malaria en buena parte de sus zonas más pobladas.
Resulta dolorosamente evidente que el régimen de Maduro, interesado únicamente en su propia salud, tiene como única prioridad sobrevivir y prolongarse en el poder. Mientras tanto, Venezuela no hace más que romper plusmarcas que van mucho más allá de lo atribuible al retroceso en los precios del petróleo.