Singapur derrite la Guerra Fría con la cumbre Trump-Kim

Con su riqueza y su «democracia tutelada», era el mejor lugar para convencer al dictador norcoreano de las ventajas del capitalismo sin asustarlo

Kim Jong-un con el ministro de Exteriores de Singapur, Vivian Balakrishnan, en la terraza del Marina Bay Sands AFP
Pablo M. Díez

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No había mejor lugar que Singapur para celebrar la histórica cumbre del martes entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump , y el dictador de Corea del Norte, Kim Jong-un . Con su riqueza y elevado nivel de vida, esta pequeña y calurosa ciudad-Estado del Sudeste Asiático era ideal para convencer al joven tirano de las ventajas del capitalismo y derretir el último conflicto que queda de la Guerra Fría. Pero sin asustarlo con los riesgos que entraña la libertad porque, tras su deslumbrante fachada de rascacielos y prosperidad, Singapur esconde una « democracia tutelada » al modo confuciano con ciertos tics autoritarios.

Con un PIB per cápita de 53.000 euros que está entre los cinco primeros del planeta, esta isla de 707 kilómetros cuadrados y 5,6 millones de habitantes es uno de los epicentros de la economía global. Además de ser la cuarta plaza financiera del mundo tras Londres, Nueva York y Hong Kong, cada año se disputa con esta última el puerto de mercancías más transitado de la Tierra. Al igual que Hong Kong, que también fue colonia británica, Singapur creció a un ritmo del 8 por ciento entre los años 60 y 90 y atrajo numerosas multinacionales y bancos que la han convertido en una de las capitales mundiales del comercio y el lujo. Para este siglo XXI, está apostando con fuerza por la tecnología y la investigación.

Singapur y su «milagro económico»

Aunque su economía es de las más libres del planeta, el Gobierno gestiona dos poderosos fondos de inversión internacionales, GIC y Temasek – que controla el 6% de Repsol –, y funciona como una gran empresa que paga sueldos millonarios a los mejores para dirigir sus ministerios. Junto a Corea del Sur, Hong Kong y Taiwán, Singapur es uno de los cuatro «tigres de Asia» que han protagonizado un «milagro económico» de libro. En pocas décadas, ha llevado a su pueblo de la pobreza en que vivía en 1965, cuando fue expulsada de la Federación de Malasia tras un baño de sangre interétnico, al desarrollo actual. Además de tener acceso a servicios médicos y educativos punteros, los singapurenses residen en viviendas de protección oficial con los más exigentes estándares de calidad.

«Singapur ha sido elegido por motivos de seguridad y para que Kim Jong-un muestre a su pueblo en un vídeo de la propaganda que su país podría lograr similares resultados», analiza para ABC David Kim, experto del Foro Pacífico CSIS que durante la Administración Obama coordinó las relaciones con Asia Oriental y la no proliferación nuclear. El vídeo al que se refiere es un documental de 42 minutos de la televisión norcoreana sobre la cumbre en Singapur de Trump y Kim Jong-un, quien también aparece visitando la terraza con espectaculares vistas del casino Marina Bay Sands y el puerto. Apuntándose un tanto diplomático, el joven dictador ha mejorado su imagen paseándose por calles abarrotadas donde los curiosos le saludaban y hacían fotos.

Pero, tras la opulencia que reflejan los futuristas rascacielos y gigantescos centros comerciales de Singapur, se oculta uno de los sistemas políticos y sociales más controlados del mundo. Aunque hay democracia, las elecciones las lleva ganando el Partido de Acción Popular (PAP) desde antes incluso de su independencia. Con 83 de los 89 diputados del Parlamento, su primer ministro es Lee Hsien Loong, hijo de Lee Kuan Yew, fundador del país y artífice de este modelo político en el que tanto se fijan dictaduras como China o Corea del Norte. Pasando por las urnas, el poder también se hereda en Singapur.

Debido al carácter multicultural de la población , dividida entre chinos (80%), indios (12%) y malayos (8%), una educación muy estricta moldea a los singapurenses bajo un fuerte espíritu nacional y una uniformidad política de la que pocos se salen. Por si osan hacerlo, las manifestaciones están prohibidas fuera de un «Speaker´s Corner» muy limitado, lo que sin duda habrá decidido a Kim Jong-un a escoger Singapur como sede del encuentro con Trump. Junto a la autocensura que impera en los medios, unas severas leyes antidifamación silencian las redes sociales y a los políticos opositores, como Chee Soon Juan o el fallecido JB Jeyaretnam, con astronómicas multas que los arruinan.

«No hay democracia en Singapur porque las elecciones e instituciones no son libres », se quejaba hace años a ABC Chee Soon Juan en un mitin del Partido Democrático. Al igual que él, despedido por malversación de fondos de la Universidad Nacional de Singapur tras entrar en política, otro alto cargo de su formación, John L. Tan, fue destituido en 2008 como profesor en un centro privado y encarcelado 15 días y multado por vestir una camiseta de un canguro vestido de juez. Ambos denunciaban que el clientelismo del partido en el poder en todas las esferas sociales hace que nadie se atreva a hablar contra el Gobierno.

«Corea del Norte quiere beneficios económicos como los de Singapur pero con el control absoluto de Kim», pronostica el experto David Kim, quien vaticina «una reforma sin apertura». Aunque admite que «podría haber cambios en el camino», cree que los planes de Kim Jong-un para su pueblo son «mantener sus estómagos llenos y sus corazones llenos de miedo». Con su despotismo ilustrado, quizás Singapur le inspire.

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