La ley del silencio en Harlow

Los polacos de la ciudad callan tras recibir desde el Brexit dos ataques xenófobos, uno de ellos con un muerto

Flores y una foto, recuerdan a Arek Jozwik en Harlow l. V.

LUIS VENTOSO

Estamos en Harlow, 81.000 habitantes, a media hora en tren desde el centro de Londres en dirección Norte. Aquí ya se respira la otra Inglaterra, la atenazada por una regresión embozada tras los brillos de la metrópoli. Ese malestar sordo se tradujo en la ciudad en una apabullante victoria del Brexit: 36 puntos de ventaja . Luego llegaron los ataques xenófobos contra los polacos, con un muerto, el obrero Arek Jozwik. Harlow es la tercera población inglesa con más vivienda social (30%). Su tasa de paro dobla la media nacional. Hileras de adosados de ladrillo, solo aliviados por un amplio y hermoso parque, que separa la parte más antigua de la más nueva.

«¿Pero qué buscáis? ¿Qué un día alguien ponga una bomba? Es suficiente. ¡Basta!», dice Gamracy

El sacerdote Leszeck Gamracy camina por el aparcamiento de la robusta iglesia católica de Nuestra Señora de Fátima, levantada por sus compatriotas polacos en 1960 y hoy monumento protegido. Una altísima aguja con la cruz en su extremo corona el templo, que mira a un enorme Aldi al otro lado de una rotonda. El cura polaco, de ojos azules, lleva una bolsa de Lidl y viste un clerygman de pechera sobada. Cuando se le pregunta por el ataque que le costó la vida a Arek Jozwik, destapa un pronto iracundo. O tal vez simplemente está harto: «¡Ya está bien! He hablado para el Telegraph, la BBC… hasta para la televisión canadiense. No venía a la Iglesia. No tengo nada que decir. Yo no salgo a beber por las noches. Hago mi trabajo, atiendo a la gente, y ya está, eso es todo». Cuando se le pide que se explaye, se enfada más: «¿Pero qué buscáis? ¿Qué un día alguien ponga una bomba? Es suficiente. ¡Basta!».

En Harlow viven 14.000 polacos , el 18% de una población mayoritariamente inglesa-blanca. Arek Jozwik había llegado en 2012 a la ciudad, donde ya residía su hermano Radek con su familia. Soltero, de 40 años, trabajaba como operario en una fábrica y hablaba poco inglés . La noche del último sábado de agosto salió a cenar y beber algo con dos amigos polacos, también cuarentones. Se dirigieron a The Stow, en Old Harlow, una calle peatonal corta y más bien devorada, con soportales ocupados por negocios modestos: peluquerías, un café, un pequeño súper y varios locales de comida rápida. Compraron pizzas para llevar en TGF Pizza y Mr. Luigi’s y se las comieron en la calle con sus bebidas alcohólicas. Empezaron a hablar con una pandilla de adolescentes desocupados, que pierden sus días en The Stow, y a las 11.20 de la noche estalló una pelea. Arek cayó al suelo de un solo puñetazo, propinado por un chico de quince años, y se golpeó en la parte trasera de la cabeza. Mientras yacía en el suelo, continuó la trifulca con sus dos amigos, que también visitaron el hospital, uno con fracturas en las manos.

El obrero polaco murió el lunes en el hospital de Cambridge. Su hermano mayor no tuvo dudas de que había sido una agresión xenófoba: «La policía nos dijo que lo atacaron porque lo escucharon hablar en polaco con sus amigos. Estaba de pie comiendo pizza y lo eligieron por eso. No hablaba demasiado inglés y esos adolescentes son tan agresivos…».

El encargado de Luigi’s Pizza, un inglés rubio y hosco, se niega a evocar lo ocurrido: «Yo ya había cerrado. Y ahora, out». El dueño de U Polaka, la cercana tienda de artículos de Polonia que mitiga la morriña de los inmigrantes, también se irrita: «¡Oh, no! Más preguntas sobre esto ¡no!», y se encierra en el cuarto de baño.

Londres es peor

«A mí también me ha sucedido, un día me echaron un cubo de agua sucia en la tienda. Es todo una pena»

Un treintañero asiático, hijo de bangladesíes, que fuma picadura a la entrada de The Stow, acepta aportar una opinión anónima: «Esas cosas racistas pasan en todas partes. Londres es mucho peor que Harlow, este no es un mal lugar para vivir. Los polacos habían bebido mucho, yo los escuché dado voces poco antes. Del final me enteré ya después en la televisión. Los otros eran chavales, se calentaron… A mí también me ha sucedido, un día me echaron un cubo de agua sucia en la tienda. Es todo una pena. El que le dio el puñetazo es casi un niño y ha estropeado su vida…».

Los medios británicos trataron el ataque de Harlow como una noticia secundaria , aunque incluso Jean-Claude Juncker se refirió a ella. La actuación policial sí fue seria , intensa e inmediata: 30 agentes en el caso, que i nterrogaron a 150 testigos . Se detuvo a seis adolescentes, cinco de 15 años y uno de 16. Todos han sido exonerados por falta de pruebas, menos el autor del puñetazo, en libertad bajo fianza.

Al sábado siguiente de la pelea, la comunidad polaca, los políticos locales y algunos vecinos ingleses marcharon por Old Harlow en recuerdo de Arek y contra la xenofobia. Todavía hoy, los bancos frente a las pizzerías están llenos de flores y fotos del muerto. También hay osos de peluche, uno de los símbolos polacos desde que el famoso plantígrado Wojtek sirvió con una de sus compañías en la Segunda Guerra Mundial.

Otros dos polacos asaltados

El domingo, al día siguiente de la manifestación de respulsa, quedó claro que un fondo turbio late en las calles aburridas de Harlow. Otros dos polacos fueron asaltados y golpeados cuando caminaban por la calle.

«Son gente muy trabajadora, que va a lo suyo. Trabajan, educan a sus hijos y van a su iglesia», comenta una mujer inglesa que sale de hacer la compra en el Aldi. Seguramente recoge la opinión de la mayoría de sus vecinos. Pero algo no funciona. El mes pasado, policías llegados de Varsovia patrullaron por Harlow durante varias semanas junto a sus colegas locales. En las escuelas, la onegé Show Racism ha iniciado una campaña entre 4.000 escolares de entre 8 y 16 años para tratar de extirpar la semilla xenófoba.

Esta semana en el programa «Question Time», una chica polaca fue masivamente abucheada tras decir que «tras el Brexit ya no me siento querida aquí»

«El Brexit les ha dado luz verde para ser racistas. Ahora hay miedo a hablar polaco en público», declararon a comienzos de septiembre miembros de la comunidad. Esta semana en «Question Time», un popular programa de la BBC con preguntas del público, una chica polaca fue masivamente abucheada tras decir que «tras el Brexit ya no me siento querida aquí». Los datos del Ministerio del Interior recogen que desde el referéndum han crecido en todo el país los llamados «delitos de odio», pero lo han hecho en porcentaje mucho mayor en las ciudades donde ganó holgadamente el Leave. «Desde el Brexit hay demasiado racismo aquí», resume el embajador de Polonia, Arkady Rzegocki.

De la esperanza al odio

En los últimos nueve años, cuatro polacos han sido asesinados en el Reino Unido en incidentes racistas. En mayo de 2010, un joven de 19 años fue acuchillado en Finsbury Park, en Londres, cerca del estadio del Arsenal.

Harlow creció como un lugar de esperanza. Tras la guerra, la socialdemocracia práctica del premier Attlee levantó aquí una nueva ciudad para alojar a vecinos del Este de Londres machacados por el Blitz hitleriano. Lograr mudarse a Harlow, la cuarta «New Town» creada por Attlee, suponía entonces un signo de ascenso social. Hoy la globalización y la crisis le han sentado mal. En 10 años han cerrado más de 20 fábricas, incluida la de las galletas Pinnacles, que llegó a tener 500 empleados. Varada en su desconcierto, Harlow mira a los llegados «de fuera». Cuando los feligreses polacos entran a misa en Nuestra Señora de Fátima, no resulta muy raro que desde alguno de los coches que pasan por la rotonda alguien toque el claxon y grite «Go home!».

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