Pedro Rodríguez - DE LEJOS

Sic Semper Tyrannis

Nicaragua, junto a Venezuela, simbolizan el reto de la lucha no violenta contra la tiranía

Pedro Rodríguez

Sic semper tyrannis (Así siempre a los tiranos) es una opción tan letal como repetida en la historia para acabar con la acumulación y el abuso de poder. A pesar de las dudas del propio Plutarco, su origen se atribuye al más celebre magnicidio de la Antigüedad: cuando Marco Junio Bruto apuñaló a su padre, Julio César, en los idus de marzo del año 44 antes de Cristo.

Se supone también que un actor de segunda como John Wilkes Booth, obsesionado con la causa del separatismo sureño, gritó esa misma frase tras asesinar al presidente Lincoln en el teatro Ford de Washington, un 14 de abril de 1865 cuando la terrible guerra civil americana entraba en su recta final con la victoria militar de la Unión sobre los rebeldes de la Confederación.

Toda esta sangrienta tradición viene a ilustrar esa peligrosa incapacidad para asumir cambio político sin violencia. Como decía Mao Zedong, «el poder político crece en el cañón de un arma de fuego». O como reprochaba la embajadora Jean Kirkpatrick en el contexto de la Guerra Fría, cuando se exige la rápida liberalización de regímenes autocráticos tradicionales, el resultado puede resultar mucho más opresivo.

Nicaragua, junto a Venezuela, simbolizan el reto de la lucha no violenta contra la tiranía en el siglo XXI. En el drama protagonizado por Daniel Ortega y Rosario Murillo, se buscan unas elecciones anticipadas a través del diálogo y la negociación. Aunque parezca misión imposible razonar con un régimen que en las protestas del año pasado asesinó a 325 personas, convirtió en presos políticos a cientos de opositores y ha acabado con la libertad de prensa y el pluralismo político.

La respuesta internacional ante esta tragedia nicaragüense se ha limitado, al igual que en Venezuela, a presiones económicas y acciones diplomáticas. Mientras tanto, Ortega se obstina en mantener por la fuerza una dictadura con tintes de monarquía absoluta. Con el riesgo -según la advertencia del dimisionario magistrado Rafael Solís- de que «la perspectiva de una nueva guerra civil en Nicaragua, que nadie quiere, está ahora más cerca que nunca».

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