Revuelta entre las bases de Trump por la «amnistía» a los «dreamers»

La derecha más radical amenaza con dejarle por su oferta para lograr la financiación del muro

Tramp acoge una ceremonia de naturalización de extranjeros en el Despacho Oval de la Casa Blanca EFE

David Alandete

Entre la espada y la pared, Donald Trump no sólo ha fracasado en su intento de lograr un consenso en política migratoria para construir un muro en la frontera y reabrir la Administración pública tras 31 días de cierre, sino que además sus más firmes defensores le amenazan ahora con darle las espalda en las elecciones de 2020. Los ideólogos más importantes de la derecha más radical norteamericana han advertido a Trump de que no le permitirán que se desvíe ni un milímetro de sus promesas de campaña: levantar un muro y deportar a los «sin papeles».

«Trump ofrece una amnistía», proclamó el sábado Ann Coulter, ídolo de muchos votantes republicanos y cuyos pronunciamientos tienen gran influencia en el presidente. «Son 160 kilómetros de muro a cambio de amnistiar a millones de ilegales. Si le damos ciudadanía a mil millones de extranjeros , tal vez podamos conseguir el muro completo». Cada vez que Trump ha hecho el más mínimo gesto de ceder en sus propuestas más transgresoras, como la del muro, Coulter le ha recordado que se arriesga a «no tener legado», a «no acabar su primer mandato y perder el segundo», a quedar «muerto en el acto, muerto, muerto y muerto».

Hace apenas unos años Coulter era una comentarista en los márgenes del sistema, experta en denigrar a los demócratas y espantar a los republicanos tradicionales. Ha dicho que los «judíos deberían ser perfeccionados», ha denunciado que la inmigración legal e ilegal a EE.UU. equivalen a « un genocidio de la raza blanca », ha propuesto «el espionaje sistemático de todos los árabes» y por decir ha dicho que cualquier interés que pueda haber en EE.UU. por el fútbol -el europeo, no el americano- es «prueba de la decadencia moral de una nación».

El ascenso de Coulter en la política norteamericana sólo se entiende, como el de la estrella de la radio Rush Limbaugh, por la inesperada victoria de Trump. Coulter escribió en 2016 el libro «In Trump we trust» («En Trump creemos») en el que proponía un endurecimiento de la política migratoria para proteger los puestos de trabajo y salarios de las clases trabajadoras. En un punto del libro proponía abiertamente una purga del Partido Republicano desde dentro: «Que se vayan del partido todos los republicanos estreñidos. Son unos impotentes, no han logrado nada, no pueden esperar que les siga votando toda la gente a la que han jodido».

Así, mientras todo el Partido Republicano trataba de aplicar un cordón sanitario alrededor de Trump al temerse una humillante derrota ante Hillary Clinton , Coulter y un puñado de fieles -el presidente del Partido Republicano Reince Priebus, el senador Jeff Sessions- se mantuvieron junto al candidato. Apostaron a Trump y ganaron.

Es habitual que un presidente al llegar a la Casa Blanca busque puntos de consenso y se sacuda sus promesas más radicales. No es lo mismo hacer campaña que gobernar, como Barack Obama demostró al mantener abierto Guantánamo o George Bush padre al subir impuestos. Trump no quiere renunciar al muro, pero el sábado en su discurso ofreció algo similar a una amnistía.

«Pelosi, demócrata radical»

La jugada fue catastrófica para el presidente. Los demócratas rechazaron su oferta y lo hicieron de una forma humillante: le respondieron con una negativa antes incluso de que pronunciara su discurso. La nueva presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi , la desestimó por ser un compendio «de ideas ya rechazadas». Trump entró en cólera ayer. «Nancy Pelosi tiene tanto miedo de la izquierda radical que ella misma se ha convertido en una demócrata radical», dijo el presidente en Twitter.

Pero el rechazo demócrata no es el principal problema del presidente. Lo peor para él es el toque de atención que ha recibido de sus defensores. La muy influyente Fundación Heritage, que en estos pasados años le ha proporcionado a Trump funcionarios, asesores y propuestas de política y leyes, le advirtió ayer de que una amnistía es jugar con fuego.

Trump se había ofrecido el sábado, entre otras ayudas, a conceder permiso de trabajo y residencia a 700.000 inmigrantes que llegaron a EE.UU. sin papeles, los llamados «dreamers» (menores que llegaron al país con sus padres de forma irregular). «Una amnistía no es la forma de hacerlo», decía ayer James Carafano , vicepresidente y experto en seguridad nacional de este ‹think tank›. «Las amnistías sólo incentivan la inmigración ilegal , facilitan el tráfico de personas y dañan tremendamente la confianza del ciudadano en el imperio de la ley». Ronald Reagan fue, en 1986, el último presidente en aprobar una amnistía, de la que se beneficiaron tres millones de personas.

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