Reportaje en el colegio donde enseñaba el profesor decapitado en París: «Si no hay libertad, lo perdemos todo»
Cientos de personas acudieron ayer al colegio de Yvelines para homeanajear al profesor francés decapitado
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Corría ayer un aire fresco que revolvía las hojas caídas del otoño y las ramas de los árboles en el colegio Bois de l’Aulne, en Conflans-Sainte-Honorine, una localidad de aproximadamente 35.000 habitantes del departamento de Yvelines, en el noroeste de París. ... Frente a la puerta del centro, donde hasta el pasado viernes impartía clase el profesor Samuel Paty , de 47 años, padre de un niño y decapitado ese día por un terrorista islamista después de mostrar unas viñetas de Mahoma , se congregaba un río constante de personas que depositaban flores y pancartas reivindicativas en el suelo, con la mirada a menudo afligida. Junto a un «Quiero aprender libremente» o «Mi única arma, una educación laica y libre», un observador también podía encontrar las caricaturas del profeta del islam hechas por la revista «Charlie Hebdo» , que un chico sostenía además en una pancarta, e incluso otra con una imagen de Cristo , sujetando un cigarrillo y una lata de cerveza en las manos. A muy pocos metros, controlando el paso, un cinturón de gendarmes vigilaba a quienes se mostraban interesados en acercarse a expresar su duelo.
Juliette e Yliana, dos chicas que fueron alumnas del colegio donde impartía clases Paty, atravesaron junto a ABC el cordón policial. Para las jóvenes de 17 años, el asesinato del profesor ha supuesto un golpe de horror inesperado. Conflans-Sainte-Honorine, la localidad donde el docente fue decapitado por Abdoullahkh Abouyezidvith A., de 18 años, el solicitante de asilo de origen checheno que fue abatido por la Policía mientras celebraba su crimen a grito de «Ala Akbar», es un lugar tranquilo. A diferencia de otras zonas de las afueras de París, donde la criminalidad está disparada y el islamismo radical se frota las manos con la conflictividad social, los problemas económicos y la falta de oportunidades, la localidad de Yvelines es tierra de la clase media, un lugar reposado y casi silencioso. Por sus calles, sin apenas ajetreo, se pueden ver pequeños chalés de piedra con techos a dos aguas, rodeados por grandes jardines. En las calles, apenas había ajetreo.
«Nunca pensé que en un lugar tan traquilo podría ocurrir algo así», confiesan Juliette e Yliana, confirmando la impresión del visitante primerizo. Para las chicas, el recuerdo que guardaban de su colegio tampoco era el de un lugar violento, donde hubieran tenido que convivir con jóvenes radicalizados o donde la religión fuera un tema tabú, potencialmente peligroso. Sobre otros cursos sobre la libertad de expresión como el que le costó a Paty la vida, pues fue en uno de ellos en los que el profesor mostró las caricaturas de Mahoma que desataron la polémica que acabó con su muerte, y que la Policía ahora se esfuerza en investigar, las chicas respondían sin titubeos: «Nunca había habido problemas. Lo que ha pasado es un horror. No hay palabras».
Terrorismo no es islam
Con una pequeña mano de Fátima y una estampita de la Virgen María colgadas del cuello, Florénce, de 50 años, profesora en un colegio de otra localidad, también lamentaba ayer los hechos, mientras pedía que no se confundiera el terrorismo con el islam y pronunciaba un discurso teñido por un pesimismo que le impedía hacer buenos pronósticos: «Creo que cada vez estamos peor a nivel educativo. Hay que prestar atención a lo que enseñamos. No podemos perder la libertad de explicar la libertad de expresión, que forma parte de la Historia de todos los países europeos. En un momento dado, los pueblos supieron que la tenían. Si la abandonamos, lo perdemos todo», comenta con abatimiento. «Honestamente, no conozco cuál es solución. Lo que pienso es que es muy, muy difícil», añadía, sin demasiada esperanza.
También acudió a rendir homenaje a Paty, Jacques , un hombre que no quiso revelar su verdadero nombre ni su edad al hablar con ABC, pero que no dudó en presentarse como «republicano y de derechas». Durante unos minutos detuvo su conversación con unos amigos para conceder una reflexión sobre lo sucedido a escasos metros: «Lo que ha pasado es abominable. Por desgracia, hace falta que haya muertos para que el Gobierno diga que quizá va a reaccionar. Hay que decirlo: el islam es el que mata. Todos los muertos por terrorismo que hemos tenido en los últimos cinco o seis años han sido perpetrados por el islam. Y por eso, es necesario que tomemos medidas. Porque, cuando se está en guerra, se ataca al enemigo», afirma con vehemencia.
Sin ninguna fe en la educación como posible método para erradicar la violencia, Jacques defendía que todos los sujetos con una Ficha S -la que determina que una persona está siendo investigada, entre otras sospechas, por presuntos vínculos terroristas- debían ser expulsados, si no tienen la nacionalidad francesa, o puestos bajo vigilancia, en caso de que sí. «Se dice: ‘’Yo soy Charlie’’, ‘’Yo soy profe’’, ‘’Yo soy tal’’, pero eso es todo. Hay que pensar en medidas más fuertes », reclama.
Por el momento, parece que el Elíseo sí se ha propuesto castigar al islamismo radical. El domingo, el presidente Emmanuel Macron, afirmó que el miedo iba «a cambiar de bando». Mientras espera si eso ocurre, Francia llora la muerte de un hombre que abogaba por la educación para alcanzar la tolerancia.
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