El refugio más inaudito: norteamericanos que desertan a Corea del Norte

Entre 1962 y 1965, cuatro militares americanos huyeron a Pyongyang, que los usó como títeres de la propaganda. El último acaba de fallecer en Japón

Línea de demarcación militar en la zona desmilitarizada, en Panmunjom Efe
Pablo M. Díez

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Hay decisiones que cambian la vida para siempre. Casi siempre ilógicas y casi siempre para mal. Entre 1962 y 1965, cuatro militares de Estados Unidos destinados en la frontera del Paralelo 38 desertaron a Corea del Norte cuando lo normal era justo lo contrario.

El primero fue el soldado Larry Abshier , a quien siguieron James Dresnok, Jerry Parrish y el sargento Charles Jenkins, fallecido recientemente en Japón , donde vivía desde que pudo salir de Corea del Norte en 2004. Los dos primeros lo hicieron para huir de sus problemas con la justicia militar, el tercero por cuestiones familiares y el último para evitar ser destinado a la guerra de Vietnam.

Enfrentándose a situaciones desesperadas, «cruzaron la línea» rumbo al país más hermético y aislado del mundo. Torturados durante los interrogatorios por el régimen estalinista de Pyongyang, que desconfiaba de sus deserciones, fueron usados luego por la propaganda para desprestigiar a EE.UU. , que los acusó de traición. En unas cartas supuestamente escritas a sus antiguos compañeros de filas, Abshier y Dresnok aseguraban que «el pueblo de Corea del Norte disfruta de una libertad y felicidad inaccesibles para la clase trabajadora estadounidense».

«Todos odiamos el país de inmediato»

Casi cuatro décadas después, cuando ya pudo salir del país y escribir su autobiografía en libertad, Jenkins revelaba la verdad. «Todos éramos unos soldados jóvenes y estúpidos con orígenes muy pobres. Cruzamos la Zona Desmilitarizada sin pensar realmente las enormes consecuencias que tendría aquello y sin entender cómo era Corea del Norte. Quedamos atrapados allí para siempre. Todos odiamos el país de inmediato y nos habríamos marchado en un segundo si hubiéramos podido», escribe Jenkins en su libro, titulado «El comunista reacio» .

Obligados a vivir juntos en una casa a las afueras de Pyongyang, tenían que memorizar las enseñanzas de la filosofía «Juche» alumbrada por Kim Il-sung, «padre» de la patria y abuelo del actual dictador, y criticarse unos a otros para confesar sus pecados capitalistas . Hartos de aquel lavado de cerebro, en 1966 intentaron pedir asilo en la Embajada de la Unión Soviética, que rechazó su solicitud y los expuso a nuevos castigos.

Bajo el asfixiante ambiente de sospechas paranoicas que impera en Pyongyang, sus relaciones personales se agriaron , sobre todo entre el sargento Jenkins y Dresnok, acusado de maltratar a sus propios compañeros, como el débil Abshier.

Utilizados por la propaganda

En los años 70, fueron utilizados de nuevo por la propaganda y participaron en varias películas de guerra, como «Los héroes de Unsung». Obviamente, en ellas interpretaron a los «malos», es decir, a los imperialistas americanos que quieren destruir Corea del Norte.

Con el paso de los años, en los que también dieron clases de inglés en las universidades de Pyongyang, se ganaron la confianza del régimen. Para recompensarlos, las autoridades los casaron con mujeres extranjeras , algunas de las cuales habían sido raptadas por los servicios secretos norcoreanos. Es el caso de Hitomi Soga, una de las japonesas secuestradas a finales de los 70 y principios de los 80 para enseñarle el idioma nipón y las costumbres a los espías del régimen.

Menos Jenkins, que acaba de morir en Japón, todos acabaron sus días en la gris y represiva Corea del Norte.

Charles Jenkins

Era el último de los cuatro desertores estadounidenses que seguía vivo. A los 77 años, Charles Jenkins acaba de fallecer en Japón. Nacido en Carolina del Norte y alistado en el Ejército desde muy joven, desertó a Corea del Norte en 1965, mientras patrullaba la frontera del Paralelo 38. Pretendía librarse de ser enviado a Vietnam , pues pensaba que el régimen estalinista de Pyongyang lo devolvería a EE.UU., donde tendría que ir a prisión, pero no a la guerra. Pronto se daría cuenta de su error, ya que acabó viviendo casi cuarenta años «en una gigantesca y demente prisión ». En 1980, el régimen lo casó con Hitomi Soga, una japonesa secuestrada por los servicios secretos norcoreanos con quien tuvo dos hijas. Pudo salir de Corea del Norte en 2004 y vivir con su familia en Japón tras un consejo de guerra que le condenó a treinta días de cárcel por deserción.

Larry Abshier

El 28 de mayo de 1962, y con solo 19 años, Larry Abshier se convirtió en el primer soldado estadounidense en desertar a Corea del Norte. Huyó al país más hermético y aislado del mundo para que el Ejército no le condenara por traficar con marihuana. Salió del fuego para caer en las brasas. De carácter débil, no solo sufrió las torturas norcoreanas, sino el abuso de sus compañeros . Con solo 40 años, falleció de un infarto en 1983, con su vecino Jenkins como testigo y dejando viuda a la tailandesa Anocha Panjoy, raptada por espías norcoreanos.

James Dresnok

Tres meses después de Abshier, otro soldado inadaptado que se enfrentaba a un consejo de guerra por su carácter rebelde, James Dresnok, cruzó también el Paralelo 38. «¿Qué era yo? Un esclavo… ¡Al infierno!» , recuerda el militar en el documental «Crossing the line», de 2006. Enemistado con Jenkins, que lo acusó de colaborar en las torturas a los otros desertores, fue quien se mejor adaptó a Corea del Norte, donde aseguraba que no le faltó la comida ni en la «Gran Hambruna» de los 90. Se casó tres veces , dos de ellas con mujeres extranjeras en Pyongyang, donde falleció en 2016.

Jerry Parrish

Al igual que los otros desertores, Jerry Parrish atrevesó el campo de minas que separa a las dos Coreas en el Paralelo 38 en diciembre de 1963, al parecer por los problemas con su familia política en Estados Unidos . El régimen de Pyongyang lo casó con un libanesa que, según Jenkins, también había sido secuestrada por los espías norcoreanos, pero la mujer lo niega en el documental «Crossing the line». Dejando atrás tres hijos, que permanecen en Corea del Norte, falleció en 1988 tras una larga enfermedad hepática.

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