La reforma constitucional de Hollande desata una «guerra civil fría» en el Partido Socialista
El presidente de la República ha decidido modificar la Constitución para quitar la nacionalidad a quienes, franceses por nacimiento, se benefician de la doble nacionalidad
Ha estallado una «guerra civil fría» en el socialismo francés, dividido a primera sangre política por una cuestión esencial: quitar o no quitar la nacionalidad a quienes, nacidos en Francia, culpables de crímenes terroristas, tengan doble nacionalidad. Tras los atentados del 13 de noviembre, François Hollande decidió reformar la Constitución de la V República, con el fin de adaptarla a las nuevas amenazas terroristas.
Con el fin de intentar combatir con más eficacia el yihadismo nacido, crecido y proliferante en los suburbios de las grandes ciudades francesas , el presidente de la República ha decidido modificar significativamente dos artículos de la Constitución: para incrementar los poderes de las fuerzas de seguridad y la justicia contra el yihadismo nacional ; para poder quitar la nacionalidad a quienes, franceses por nacimiento, se benefician de la doble nacionalidad (francesa y marroquí, o argelina o de cualquier otro origen, tratándose de hijos o nietos de inmigrantes).
Marine Le Pen aplaudió calurosamente la decisión de Hollande. Sarkozy aplaudió con cierta reserva. En el Partido Socialista (PS) y las izquierdas estalló una «guerra civil fría» , que tiene mucho de ajuste de cuentas navajero, entre Manuel Valls, primer ministro, y los «dinosaurios» —vieja guardia— del PS, comenzando por Martine Aubry —vieja enemiga de Hollande, exministra, hija de Jacques Delors—, Jean-Marc Ayrault —ex primer ministro, muy resentido contra Hollande y Valls—, Jean-Pierre Mignard —íntimo de Hollande, presidente de la Alta Autoridad Ética del PS—, Christiane Taubira —ministra de la Justicia— y Jean-Christophe Cambadélis, primer secretario del PS, entre muchos otros.
Aubry, Ayrault, Mignard, Taubira y Cambélis tienen en común algo muy profundo: odian a Manuel Valls con odio diamantino. Y lo consideran un enemigo político, que esperan destruir por cualquier medio. Hollande ha «devaluado» su proyecto original de reforma constitucional. Y, en verdad, privar o quitar la nacionalidad a los franceses que se beneficien de la doble nacionalidad solo afectará, llegado el caso, a un número muy limitado de criminales , ya que la inmensa mayoría de los yihadistas nacidos en los suburbios franceses —entre 500 y 1.000 según las fuentes— han conseguido escapar a la justicia, hasta hoy.
Se trata, sin embargo, a juicio de la pareja formada por Hollande y Valls, de una medida excepcionalmente simbólica. Así lo consideran la extrema derecha y la derecha francesas . Para la izquierda del PS, la extrema izquierda y las izquierdas comunistas y ecologistas —electoralmente minoritarias—, se trata de una «traición intolerable». Y se lanzan a paso de carga, lanza en ristre y sable desenvainado, contra Valls, gritando a coro: «¡Es una traición contra los principios y valores de la izquierda!».
Hollande y Valls esperan terminar imponiendo su reforma constitucional a primeros de febrero , ante la Asamblea Nacional, poniendo a los diputados del PS ante una patética encrucijada: o se humillan y aprueban la reforma —con apoyo de Sarkozy y Marine Le Pen—, o el presidente podría convocar un referéndum nacional potencialmente catastrófico para las izquierdas.
El tono agrio, crudo y brutal utilizado por «dinosaurios» del PS contra Valls, a cara descubierta, y contra Hollande, en escorzo, deja al descubierto pantanosos enfrentamientos de fondo . Solo el miedo a perder el poder, el sueldo, los escaños, las alcaldías, los subsidios y las prebendas de las administraciones públicas podrán evitar que la «guerra civil fría» se transforme en una guerra abierta.
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