Ramón Pérez-Maura - HORIZONTE
Trump, camino de la reelección (gracias a los demócratas)
Este proceso de «impeachment» no ha empezado en el comité Judicial de la Cámara de Representantes, como sería normal, sino en el de Inteligencia, donde había un presidente más partidario de la destitución, Adam Schiff.
El «impeachment», el procedimiento para destituir a un presidente de los Estados Unidos, es una fórmula de último recurso. Máxime cuando se pone en marcha en el primer mandato de un presidente, lo que no fue el caso con Nixon ni con Clinton. Las acusaciones -políticas- contra Trump podrían resolverse en las próximas elecciones, pero los demócratas quieren vencer en un «impeachment» porque su objetivo es impedir una segunda elección de Trump. En las audiencias en el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes había incluso pancartas llamando a su destitución para que no fuese reelegido. Algo inverosímil en un proceso legal. Este proceso de «impeachment» no ha empezado en el comité Judicial de la Cámara de Representantes, como sería normal, sino en el de Inteligencia, donde había un presidente más partidario de la destitución, Adam Schiff.
Schiff tiene el enorme mérito de haber sido el primer miembro de la Cámara de Representantes que ha violado la privacidad de las comunicaciones de otro miembro de la Cámara. En este caso Devin Nunes, cuyas comunicaciones fueron intervenidas junto a las de de Trump, Jay Sekulow y Rudolph Giuliani. Vamos a un mundo en el que las investigaciones políticas (de la izquierda) pueden violar las llamadas de los representantes políticos rivales. No paramos de mejorar.
La legislación norteamericana prohíbe a las compañías telefónicas entregar ningún dato de llamadas sin el consentimiento de sus clientes. Se hacen excepciones para los agentes de la autoridad -federales y estatales- pero no para los legisladores. Detalle menor. El congresista Schiff decidió unilateralmente que tenía derecho a investigar las conversaciones de ciudadanos privados y esas empresas le dieron acceso porque las corporaciones prefieren ponerse siempre del lado del legislador por lo que les pueda caer. Por no recordar que Rudolph Giuliani sigue siendo el abogado del presidente y la legislación americana exige razones muy fundadas para que un juez permita violar el secreto de la comunicación entre un abogado y su cliente. Igual que en España, como muy bien sabe el inhabilitado juez Baltasar Garzón. Pero eso no parece afectar al congresista Schiff.
La cuestión es que este proceso, visto desde este lado del Atlántico, da la sensación en la mayoría de los medios de comunicación de que Trump marcha al galope al matadero. Y yo apostaría, más bien, a que quien puede estrellarse es el Partido Demócrata y su candidato a la Presidencia, quien quiera que sea finalmente. El Partido Demócrata está a punto de perder el control del proceso. Schiff ya no va a tener las riendas porque el proceso pasa al Senado, donde el Partido Republicano tiene la mayoría absoluta. Los impedimentos inverosímiles que se ha puesto en la Cámara de Representantes a la defensa del presidente desaparecerán y será la acusación quien tenga que justificar mucho mejor los alegatos que intentarán seguir lanzando contra Trump para impedir su reelección. Y, lo que es peor, muchos de los múltiples candidatos demócratas a la Presidencia pueden verse en la incómoda situación de tener que comparecer como testigos y ser sometidos durante horas a las incómodas preguntas de senadores republicanos. El show pasa a manos del partido de Donald Trump y su caracterización como víctima está asegurada. Con el agravante para los demócratas de que necesitan una mayoría de dos tercios para conseguir su destitución. Algo inverosímil. Se admiten apuestas. Lo que van a lograr es lanzar la campaña de Trump a la reelección. Ser víctima del sistema siempre ayuda.