Ramón Pérez-Maura - HORIZONTE

La República Islámica del Irán se muere –y lo sabe

No ha estado nunca tan debilitada como en las últimas semanas

Ramón Pérez-Maura

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El 15 de noviembre los iraníes se despertaron con la noticia de que el precio de la gasolina se había triplicado. En un país que es uno de los mayores productores de petróleo del mundo. Se desató la violencia por toda la República Islámica. A las 24 horas el Gobierno estaba desbordado y tomó una decisión radical: El 17 de noviembre se cortó internet en todo el país. Dejaron de circular todas las imágenes de la revuelta. Durante una semana la ciudadanía estuvo cortada de la red. Black out total. ¿Se imaginan ustedes el clamor en algunos medios españoles si Sebastián Piñera hubiera reaccionado a las protestas en Chile por el auge del precio del billete de metro cortando internet? Es evidente que todos los españoles llevamos a Chile en el corazón y sólo unos pocos llevan a Irán. Pero esos pocos hacen que la República Islámica tenga una influencia en nuestra vida política infinitamente superior a la de Chile. Por eso no verán información de las revueltas iraníes en las televisiones ni en la mayoría de nuestros medios.

Y no lo verán a pesar de que hay imágenes que podrían ser de gran impacto televisivo y en las redes. Abolfazl Bahrampour es un teólogo próximo a los ayatolas que ha hecho una serie de comparecencias en la televisión iraní explicando cuál dice el Corán que debe ser la respuesta a los manifestantes que se han levantado contra la represión del régimen teocrático: «Primero hay que cortarles los dedos de la mano derecha, después los dedos del pie izquierdo. Después se les envía a la calle. Eso calmará a todo el mundo», dice el teórico del régimen que apoya a Podemos en España.

También hay espeluznantes imágenes de Guardianes de la Revolución tirando sobre la multitud desde las azoteas en docenas de ciudades por todo el país. Por ejemplo en la ciudad de Javanrud, una localidad de casi 50.000 habitantes cerca de la frontera con Irak. La mayoría de los heridos y muertos fueron alcanzados en la cabeza y en el pecho, lo que demuestra que los Guardianes tiraban a matar.

Como bien dice la politóloga Mahnaz Shirali, «la única diferencia entre el Daesh y los ayatolas es que el Daesh asesina ante las cámaras de televisión y los ayatolas cortan internet y asesinan a puerta cerrada». Su problema es que ahora se puede grabar con los teléfonos y circular las imágenes días más tarde. Porque no hay estado que pueda sobrevivir hoy al cierre de la red.

El Líder Supremo iraní, Alí Jamenei, ha dicho que esto ha sido un complot internacional. Si eso es cierto, yo me preocuparía mucho si estuviera en sus zapatos. Porque es una infinita muestra de debilidad que un estado enemigo pueda tener ascendente sobre ciudadanos de un centenar de localidades esparcidas por todos los rincones de Irán. Lo que demuestra que la República islámica no ha estado nunca tan debilitada como en las últimas semanas.

El 13 de diciembre 17 premios Nobel –todos científicos, ni uno de la Paz– escribieron al secretario general de la ONU, Antonio Guterres, denunciando la gravedad de las violaciones de los derechos humanos que están teniendo lugar allí. A la mayoría de los medios de comunicación les importó una higa.

Como muy bien dice Mahnaz Shirali, «Un estado que asesina para mantenerse no tiene legitimidad para relacionarse con los demás estados». En realidad, es todavía peor: un Estado que dispara sobre sus ciudadanos es un Estado muerto. O, como mínimo, un estado que está agonizando, aunque sus mandatarios no lo sepan. O sí.

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