Ramón Pérez-Maura - HORIZONTE
La mano que mece la cuna
La izquierda niega la democracia: si es derrotada impide al vencedor aplicar su programa
Nadie sensato cree ya que lo que está ocurriendo en el continente americano sea fruto de una casualidad. Que después de años de levantamientos contra la dictadura venezolana, el intento de Juan Guaidó de acabar con la pesadilla haya terminado con Nicolás Maduro todavía en el poder, Raúl Castro recibiendo al Rey de España en La Habana y los Gobiernos no izquierdistas de todo el continente asediados en las calles. Incluso para la izquierda planetaria esto es «too good to be true». Todo empezó en Santiago de Chile, donde el Gobierno de Sebastián Piñera llevaba sólo año y medio de su segundo mandato. Chile era reconocido universalmente como el país con el mejor desarrollo entre los latinos del continente. Pero, de repente, empezaron a arreciar denuncias sobre la desigualdad, que es el típico argumento de esa izquierda que prefiere que todos estén mal a que algunos, con esfuerzo y trabajo, consigan repuntar. Y en Chile, «algunos« eran muchos. La mayoría. De ahí pasamos a ver el golpe de Martín Vizcarra en Lima, preocupado -con razón- por el auge de la derecha y, en los últimos diez días, el levantamiento contra Iván Duque en Colombia. Sólo ha habido un temblor de signo contrario: el levantamiento popular contra el intento de robo electoral que perpetró Evo Morales en Bolivia después de violar la constitución para su reelección. Morales fue tan zafio que su conducta no podía ser avalada por la OEA -que sí había respaldado su tercera candidatura en flagrante violación de la Carta Magna- y tuvo que exigir una repetición de los comicios presidenciales. Momento en que Morales huyó. Por más que algunos quieran hablar de golpe de Estado, la Organización de Estados Americanos -que también representa a países como Cuba o Nicaragua- no da golpes de Estado.
En el caso de Chile es interesante que todas las posibles desigualdades se carguen en la cuenta de Piñera, pero ninguna en la de Michelle Bachelet, la presidenta socialista que gobernó ocho años y que, de haber flagrantes desigualdades, alguna responsabilidad tendrá. Pero ella se puede permitir seguir fuera de Chile denunciando al Gobierno de Piñera.
En el caso de Iván Duque, la protesta es todavía más notable. Llevaba quince meses en la Presidencia cuando se le convocó el 21 de noviembre un paro nacional. ¿Cuál es el balance del primer año de Duque? Un dato: redujo la carga impositiva a las empresas y mientras que en 2017 la economía creció un 1,4 por ciento, en los seis primeros meses de Duque creció un 2,75 y la expectativa este año es de un 3,6. Contra ese éxito urge un paro nacional, claro.
México tiene un presidente, Andrés Manuel López Obrador, que es un izquierdista heterodoxo. Muchos se resisten a ubicarlo en ese espectro ideológico, pero lo cierto es que ha tenido el respaldo abrumador de la izquierda mexicana y casi universal. Por algo será. Decía que México iba a crecer anualmente al 4 por ciento, hasta que llegó al poder. Luego Dijo que crecería al 3 por ciento y al final parece que el crecimiento estará en entre 0,2 y un crecimiento negativo de -0,2 por ciento, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México. Apuesto lo que quieran a que no habrá manifestaciones contra AMLO en las calles mexicanas. No toca, que diría Jordi Pujol.
El próximo 1 de marzo tomará posesión como presidente de Uruguay Luis Alberto Lacalle Pou. Aquí también apuesto: la herencia de quince años de Gobiernos de Tabaré Vázquez y Pepe Mújica, el amigo de Manuela Carmena, se la van a cobrar en la calle a Lacalle. Porque la izquierda niega la democracia: si es derrotada impide al vencedor aplicar su programa. Una vez más la mano venezolana, impulsada por la inteligencia cubana y la estrategia rusa hará su trabajo. Es la mano que mece la cuna.