Ramón Pérez-Maura - Horizonte
El «impeachment» como herramienta de propaganda electoral
Alguien está dañando los fundamentos de la democracia norteamericana tanto o más que Trump: el Partido Demócrata
El jueves pasado fue un día muy relevante en la Presidencia de Donald Trump porque se puso en marcha en la Cámara de Representantes el proceso de su destitución. Es ésta una medida de una enorme gravedad y trascendencia y es por eso que resulta tan extraño la forma partidista en que se ha hecho. Cuando se abrió el procedimiento de impeachment contra Richard Nixon en la Cámara de Representantes, la votación fue 410 a favor y 4 en contra. Es decir, votaron a favor demócratas y republicanos por igual. Cuando los republicanos hicieron lo mismo con Bill Clinton, se aprobó por 258 votos contra 176. Ese día 31 demócratas votaron con la propuesta republicana y contra su presidente. El pasado jueves el resultado de la votación fue 232 contra 196: ni un republicano votó con los demócratas, pero hubo dos demócratas que abandonaron la iniciativa de su partido y se alinearon con su presidente. Algo falla en este impeachment.
Si hay algo en lo que parece difícil discrepar es en que un proceso como éste debe ser de una transparencia total. Pero lo que se está viviendo en Washington es exactamente lo contrario. Las vistas son a puerta cerrada, no se permite la presencia en la sala del abogado de Trump y se limita el derecho de los republicanos a llamar testigos a declarar porque quien quiera que ellos pidan que testifique, debe ser autorizado por el presidente de la comisión. Algo nunca antes visto en los procesos de Nixon y Clinton en los que las partes llamaron a quien quisieron sin ningún límite. Con condiciones así, cabe suponer que Hunter Biden , el hijo del candidato demócrata en torno al que comenzó todo este escándalo, nunca será llamado a testificar. Con un procedimiento tan sucio, cuesta imaginar a ningún republicano pasándose al otro bando.
Como muy bien decía ayer en «The Wall Street Journal» Peggy Noonan , autora de tantos magistrales discursos de Ronald Reagan, la cuestión no es tanto si de verdad Trump condicionó la ayuda del Gobierno de los Estados Unidos a Ucrania a la investigación sobre la corrupción de la familia Biden allí, algo que casi nadie duda que hizo, sino decidir si esa presión amerita una destitución. El congreso de los Estados Unidos consideró que el que Bill Clinton hubiese mentido bajo juramento no ameritaba a su destitución; los demócratas ahora quieren la destitución de Trump por una causa que tiene dos partes. De un lado el haber buscado la ayuda de otro país para investigar la supuesta corrupción de un rival, aunque esa ayuda nunca se concretó, y en segundo lugar por haber amenazado con retener la ayuda financiera a Ucrania si no se hacía esa investigación. La ayuda no fue retenida.
Dado que en el Senado hay una mayoría republicana, todo parece indicar que lo que están buscando los demócratas es un acto de propaganda. Y eso es muy grave. Ya hay senadores republicanos argumentando que su compromiso es con la constitución y no pueden respaldar el uso inadecuado que se ha hecho de una herramienta constitucional como el impeachment. La Constitución de los Estados Unidos consagra el impeachment como un procedimiento excepcional para situaciones de la máxima gravedad. Es dudoso que este caso lo sea y los demócratas no han hecho absolutamente nada por establecer un procedimiento al que puedan subirse republicanos. La única razón que puede justificar que las audiencias a los testigos se hagan a puerta cerrada es que saben que si las audiencias fueran a puerta abierta, su caso se derrumbaría. Alguien está dañando los fundamentos de la democracia norteamericana tanto o más que Trump: el Partido Demócrata .