Rahaf, la heroína de 18 años que fustiga al régimen de Riad
Su huida a Bangkok pone al desnudo la represión de la mujer en Arabia Saudí
Si usted está cansado del debate sobre la ley de violencia de género en España, viaje a Arabia Saudí para observar el panorama en el otro extremo del péndulo. El paisaje de discriminación flagrante de la mujer árabe vuelve a estar bajo los focos gracias a la joven saudí Rahaf Mohammed al Qunun , y su epopeya en la capital de Tailandia para escapar de un matrimonio concertado.
Rahaf, de 18 años, aprovechó un viaje con su familia a Kuwait para tratar de huir por avión a Australia, donde quería pedir asilo político. La joven apostató del islam y pretendía obtener protección alegando que su decisión conlleva la pena de muerte en Arabia Saudí. Pero su proyecto de huida, vía Bangkok, se precipitó cuando supo que su padre había arreglado su matrimonio, una práctica habitual en su país. En la ley saudí el contrato matrimonial se cierra entre el novio y el padre de la novia.
Durante el tránsito por la capital tailandesa, la falta de visado de la saudí produjo un forcejeo con las autoridades aduaneras, que anunciaron su intención de repatriarla a Kuwait. Rahaf se hizo fuerte en su cuarto del hotel y lanzó una campaña en busca de auxilio a través de Twitter y otras redes sociales , que finalmente obtuvo éxito. La ONU se hizo cargo de ella y le concedió el estatus de refugiado. Días después Canadá le concedió asilo político y viajó de inmediato a Toronto.
El caso de Rahaf Mohammed al Qunun –hija de un alto cargo saudí– contiene varias de las realidades más lacerantes sobre el estatus de la mujer, no solo en Arabia Saudí sino en general en todo el mundo árabe. Rahaf se opuso a portar el velo islámico, obligatorio en su país, se negó a casarse con el elegido de su padre, contó para su huida con la circunstancia de que en Kuwait no existe, como en Riad, la obligación de que la mujer esté siempre acompañada por un tutor masculino (el padre, un hermano u otro pariente), y alegó que solo aspira a poder «estudiar y trabajar donde desee», algo que no puede hacer en su patria. La condena a muerte por apostatar del islam, en cambio, afecta por igual a hombres y mujeres.
Con su actitud rebelde, Rahaf ha derribado algunas de las bambalinas montadas por Arabia Saudí desde la llegada al poder, hace más de un año, del príncipe heredero Mohamed bin Salman . Afectado aún por el «caso Kashoggi», Bin Salman ha hecho campaña para presentarse como «reformista» con una serie de medidas en favor de la mujer que, a la luz del «caso al Qunun» muestran ser meramente cosméticas. La más significativa fue la autorización de que la mujer saudí pueda conducir , que entró en vigor en junio del año pasado. El resto de las reformas han sido casi anecdóticas: la mujer ya puede acudir a los campos de fútbol (acompañada por su tutor varón), puede votar en asambleas municipales con escaso poder, y puede trabajar como dependienta en lencerías, puesto que hasta hace poco era también exclusivo del varón.
En cambio, las grandes cuestiones relativas al sistema religioso que consagra la dependencia de la mujer del hombre , siguen intactas en todos los ámbitos. En el del código de vestimenta, el velo (con frecuencia el completo, el niqab). En la vida social, el régimen de tutela del varón: la mujer no puede caminar sola, ni trabajar, ni viajar al extranjero, sin permiso del tutor varón. En materia de familia, los matrimonios concertados entre los varones, el novio y el padre de la novia. En el terreno judicial, la infravaloración de la mujer: su testimonio vale la mitad que el del varón. Y en la vida profesional, el escaso número de empleos abiertos a la mujer en el mercado laboral saudí.
Ninguna potencia occidental se atreve a chistar por el peso económico de la superpotencia petrolera y la posición clave del régimen saudí en la lucha contra el yihadismo. Ha sido una joven de 18 años la que ha lanzado su honda contra los pies de barro del gigante.