Rabat neutraliza el intento de la ONU de reavivar el referéndum del Sahara

Esfuerzos sin fruto en el Consejo de Seguridad para nombrar un enviado especial de Naciones Unidas para la zona, que lleva año y medio en vía muerta

Kushner, a la derecha, antes del primer vuelo comercial entre Israel y Marruecos EP

Javier Ansorena

Las dos velocidades en política exterior han quedado de manifiesto esta semana en las discusiones sobre la situación del Sahara Occidental en medio de la sacudida provocada por EE.UU. tras conseguir un acuerdo entre Marruecos e Israel para el restablecimiento de relaciones diplomáticas plenas. Mientras el Consejo de Seguridad de la ONU se demostraba incapaz de conseguir avances para la región y para el futuro de la antigua colonia española, la Administración Trump se apuntaba un tanto con la primera visita de una delegación israelí a Marruecos. La lideraba el yerno y asesor de Donald Trump, Jared Kushner, que ha impulsado los acuerdos de paz de Israel con varios países árabes de la región.

El Consejo de Seguridad, el órgano con más poder de la ONU, celebró el lunes por la noche su primera reunión alrededor de la situación del Sahara Occidental desde el anuncio por parte del presidente de EE.UU. del acuerdo entre Israel y Marruecos, en el que el país alauita se llevaba una importante contrapartida: EE.UU. reconocía al Sahara Occidental como parte de la soberanía de Marruecos.

Es un movimiento que va en contra de la posición que ha defendido EE.UU. en las últimas tres décadas y en contra de las resoluciones del Consejo de Seguridad, que establecen un proceso de paz entre Marruecos y el Frente Polisario, el establecimiento de un pequeña fuerza de paz en la región y la celebración de un referéndum sobre la autodeterminación del territorio, que estuvo bajo soberanía de España hasta 1975.

Fue una reunión a puerta cerrada, en la que los miembros del Consejo de Seguridad escucharon los informes del subsecretario general para África de la ONU, Bintou Keita, y de Colin Stewart, responsable de la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental (Minurso). El encuentro no produjo ningún cambio de postura, ni una posición diferente tras el movimiento realizado por EE.UU., que es uno de los cinco países con derecho a veto y cuya embajadora ante la ONU, Kelly Craft, estuvo presente.

Sí mereció una crítica velada por parte del representante de Sudáfrica, que es presidente de turno del Consejo de Seguridad. Su embajador, Jerry Matjila, fue el único que compareció ante la prensa y aseguró, sin llegar a mencionar a EE.UU., que las «decisiones contrarias a las decisiones multilaterales colectivas deben ser disuadidas y rechazadas de forma inequívoca». Añadió también que «cualquier reconocimiento del Sahara Occidental como parte de Marruecos es equivalente a reconocer una ilegalidad y que ese reconocimiento es incompatible con la ley internacional».

Estas palabras, sin embargo, no se vieron reflejadas con ninguna acción del Consejo de Seguridad, que ni siquiera es capaz de acordar el nombre del próximo enviado especial del Secretario General para el Sahara Occidental, una figura que está sin ocupar desde que en mayo de 2019 dejara el puesto Horst Köhler, expresidente de Alemania.

«No hay nombre ni plazo», reconocieron a ABC fuentes diplomáticas de España en la ONU sobre un relevo del enviado especial que se eterniza ante los obstáculos que pone Marruecos. En la reunión, solo se repitieron los llamamientos a que se recupere el alto el fuego –que se mantenía desde 1991 y que fue declarado roto en noviembre por el Frente Polisario–, se mantenga la paz y continúen las negociaciones entre las partes.

El restablecimiento de relaciones entre Israel y Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Sudán y Marruecos, impulsada por EE.UU. en los llamados «Acuerdos de Abraham», es un gran triunfo en política exterior conseguido por Trump.

En el caso de Marruecos, sin embargo, el acuerdo contradice las resoluciones de la ONU sobre el Sahara Occidental que hasta ahora ha respaldado EE.UU. y deja en el aire el futuro de los «saharauis» y el papel de la organización internacional en la antigua colonia. No es un problema que le quite el sueño a Trump, que dejará la Casa Blanca en menos de un mes. Pero su sucesor, Joe Biden, que ha asegurado que recuperará el multilateralismo de la era Obama, heredará una patata caliente en la región: romper un acuerdo positivo para Israel o respetar las resoluciones sobre un pueblo del Oeste de África que nadie conoce en EE.UU.

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