Putin entrega a Lukashenko fondos y mantiene que no interferirá en Bielorrusia
El líder bielorruso logra en Sochi sus objetivos a corto plazo, aunque regresa a su país sin una solución frente a la ola de protestas que piden democracia

El presidente ruso, Vladímir Putin, le dijo ayer a su homólogo bielorruso, Alexánder Lukashenko, nada más reunirse en la ciudad balneario de Sochi, en el mar Negro, que «Rusia considera a Bielorrusia su aliado más próximo » y, por tanto, «cumplirá todas sus obligaciones en el marco de los acuerdos del Estado Unitario y de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva» (ODKB en sus siglas en ruso).
La escena del comienzo de las conversaciones, las primeras entre ambos desde que estallaran las protestas en Bielorrusia , fue retransmitida por los principales canales de televisión de los dos países y rara vez un preámbulo negociador tan dilatado se ofrece ante las cámaras en su totalidad. Putin subrayó que «Rusia es el principal país inversor en la economía bielorrusa» y se refirió a distintos proyectos conjuntos, entre ellos el de la central nuclear construida por la empresa estatal rusa Rosatom en Ostrovets, al noroeste de Bielorrusia, junto a la frontera con Lituania.
La planta empezó a funcionar el pasado 8 de agosto, justo en la víspera de la elecciones presidenciales cuya manipulación ha llevado al país a la actual situación de protestas masivas. El presidente ruso anunció además que Bielorrusia recibirá un crédito por valor de 1.500 millones de dólares.
El pasado 3 de septiembre, durante la visita que efectuó a Minsk el primer ministro ruso, Mijaíl Mishustin, se habló también de la refinanciación de los 845 millones de euros de deuda que Minsk tiene contraída con Moscú. Putin y Lukashenko hablaron ayer también de la distribución en Bielorrusia de la primera vacuna rusa Spútnik V.
«Lo importante ahora es tratar de intensificar la cooperación a todos los niveles para lograr resolver todos los problemas pendientes en este momento difícil» para Bielorrusia, le manifestó Putin a su invitado.
Cesiones al Parlamento
En el terreno político, el jefe del Kremlin dijo estar al corriente de lo planes de Lukashenko de reformar la Constitución para ceder parte de sus poderes al Parlamento, idea que, a su juicio, «es lógica, oportuna y conveniente ». «Estoy convencido de que, teniendo en cuenta su experiencia, hará el trabajo al más alto nivel y permitirá el desarrollo del sistema político del país», añadió Putin.
Según sus palabras, «los bielorrusos deben ser ellos mismos quienes resuelvan la actual situación sin insinuaciones y presiones desde el exterior», dando a entender que Rusia tampoco se inmiscuirá en la actual crisis que vive el país vecino. Sin embargo, Putin ya ofreció a Lukashenko el envío de un contingente policial, si la situación en las calles se «descontrola».
Antes de los comicios del 9 de agosto, el dictador bielorruso criticó los intentos de Moscú de desestabilizar la situación con el envío a Minsk de mercenarios, pero ayer le dijo a su homólogo ruso que ha comprendido en dónde está el peligro real . Aseguró que a tan solo 15 kilómetros de la frontera bielorrusa, cerca de la región de Grodno, Estados Unidos ha desplegado tropas, razón por la que decidió enviar allí su Ejército. «Considero necesario que nuestros países preparen sus fuerzas armadas para contrarrestar una posible agresión exterior», le dijo a Putin y éste se refirió a las maniobras conjuntas «Fraternidad eslava» que ambos países iniciaron ayer y que durarán hasta el 25 de septiembre. El máximo dirigente ruso, prometió que, una vez terminen los ejercicios, «nuestros soldados volverán a Rusia, a sus acuartelamientos permanentes».
Según Lukashenko, que le agradeció a Putin varias veces y de forma encarecida su apoyo, «los acontecimientos en Bielorrusia los presentan de un forma, pero en realidad el país sigue su vida normal ». Dijo que las movilizaciones tienen lugar solamente en Minsk, nada más, y en los fines de semana: «Los sábados se manifiestan las mujeres, las chicas, y los domingos la gente en general (...) pero nadie ha atravesado ninguna línea roja», pese a los miles de arrestos practicados en el mes largo que duran las protestas y a que el Comité de Coordinación de la oposición ha quedado desarbolado por las detenciones o las deportaciones de sus miembros. En tono servil, Lukashenko le dijo a Putin que «Bielorrusia cooperará en adelante de manera más estrecha con su hermano mayor», en alusión al Estado ruso. Le dio también las gracias por haber dicho que «la frontera bielorrusa forma parte de la frontera común» con Rusia.
Sin firmar un documento
La reunión duró casi cuatro horas y media y no terminó con la firma de ningún tipo de documento. En declaraciones a la radio Eco de Moscú, el politólogo bielorruso Dmitri Balkunets señaló que «los dos presidentes no dijeron lo más importante: cuál será el futuro político de Lukashenko». Balkunets cree que el crédito de 1.500 millones de dólares anunciado ayer por Putin «es el monto para la reestructuración del préstamo anterior».
El presidente ruso lleva años tratando de conseguir un mayor control sobre el país vecino en todos los terrenos, sobre todo en el económico y militar. Lukashenko y el predecesor de Putin, Borís Yeltsin, firmaron en Moscú, en el Kremlin, el 8 de diciembre de 1999 el documento que habría de iniciar el proceso para la creación de una estado unitario . El acuerdo preveía la creación de una estructura confederal con una misma política económica y de defensa y con una moneda única. Una vez pactadas todas las cuestiones de índole política, jurídica y económica, había que acometer además la reforma de las Constituciones de los dos países y aprobar el documento final en sendas consultas populares.
Pero fue el líder bielorruso quien puso siempre trabas para avanzar en el proyecto. Hasta el punto de que en Moscú empezaron a pensar de que todo era una estratagema para obtener gas y petróleo baratos sin la menor intención de ceder soberanía. Hubo, no obstante, ciertos avances. Tomando como referente la Unión Europea, se creó un espacio económico común y se eliminaron los controles fronterizos y aduaneros.
Pero las relaciones se fueron degradando paulatinamente. Lukashenko no quería privatizar sus empresas estatales en beneficio de las corporaciones rusas, encima se negó a reconocer a Crimea como territorio ruso, inició un acercamiento a la Unión Europea y a Estados Unidos y aprovechó las sanciones de Moscú a la UE, utilizando las ventajas de la zona de libre comercio con Rusia para convertirse en lugar de tránsito de las mercancías vetadas.
La situación llegó al punto de que dejó de funcionar la libertad de movimientos entre ambos países. Rusia volvió a establecer controles fronterizos e incluso estableció un embargo a algunos productos bielorrusos, a la carne por ejemplo. Moscú tampoco quiso bajar el precio del petróleo y del gas ni reestructurar su deuda . La última tentativa fallida de acercamiento tuvo lugar en febrero, en Sochi precisamente. Putin conversó horas y horas con Lukashenko sin lograr convencerle de que la solución a los problemas económicos de su país está en una mayor integración con Rusia. Pero ahora las protestas de la oposición bielorrusa han hecho cambiar el panorama por completo.
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