Las protestas de los «chalecos amarillos» vuelven a las calles de Francia

Las fuerzas del orden detuvieron a 256 «chalecos amarillos», tras una jornada de tensiones sofocadas con gases lacrimógenos en los alrededores de los Campos Elíseos.

Imagen de archivo de una protesta de los «chalecos amarillos» AFP

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El Gobierno francés temía este sábado la vuelta de las facciones más radicales de la franquicia de los «chalecos amarillos», en el corazón de varias ciudades y en París, en algunos lugares simbólicos, como la avenida de los Campos Elíseos. Y no se equivocó.

A última hora de la tarde del sábado, Gérald Darmanin, ministro del Interior, informó personalmente, a través de Twitter, que las fuerzas del orden había detenido a 256 «chalecos amarillos» , tras una jornada de tensiones sofocadas con gases lacrimógenos en los alrededores de los Campos Elíseos.

Ante ese riesgo, el Ministerio del Interior montó un impresionante servicio de orden y seguridad, que Didier Lallement, Prefecto de policía de París, había presentado de este modo: «No pueden producirse situaciones de caos en los Campos Elíseos, que son, en cierta medida, nuestra vitrina nacional. Hemos tomado las medidas policiales necesario. El orden será respetado».

Tal advertencia no tuvo el efecto disuasivo esperado. Hubo pocos o muy pocos «chalecos amarillos», entre 1.500 y 2.500, en París. Pero se trataba de manifestantes muy determinados. Un grupo «blacks blocks» (radicales antisistema) intento llegar a los Campos Elíseos. Los anti disturbios tuvieron que recurrir a las cargas con gases lacrimógenos para neutralizar un movimiento minoritario pero radical.

En la Plaza de la Bolsa, otro espacio altamente simbólico, la manifestación terminó con enfrentamientos entre radicales, «sin miedo a la violencia», y «neutrales», opuestos al incendio de vehículos.

Manifestaciones minoritarias de centenares o millares de «chalecos amarillos» también se produjeron el sábado en algunas capitales de provincias, como Marsella, Toulouse, Lyon, Lille, Nantes, Niza, Burdeos y Estrasburgo.

La «vuelta» de la franquicia «chalecos amarillos», el movimiento que estalló el invierno del 2018 y se prolongó durante le primer semestre de 2019, fue visiblemente minoritaria, pero altamente simbólica. Dos años después, los «chalecos amarillos» no han desaparecido, son minoritarios, pero vuelven a tirarse a la calle con objetivos apocalípticos o sencillamente ilusorios: democracia directa, dimisión del jefe del Estado, subida generalizada de los sueldos más bajos. La propagación del Covid-19, el confinamiento, la prolongación de la crisis sanitaria y la agravación de la crisis económica, parecen ser un «caldo de cultivo» inflamable para un movimiento minoritario pero radicalizado, quizá.

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