Duelo en Emiratos Árabes por la muerte del jeque Jalifa bin Zayed Al Nahayan, promotor del islam más tolerante
Las ricas reservas petrolíferas de los Emiratos fueron sin duda uno de los factores del éxito de EAU de estas últimas décadas, pero también el talante modernizador del sistema islámico que promovió
El presidente de los Emiratos Árabes Unidos (EAU), el jeque Jalifa bin Zayed Al Nahayan, falleció ayer después de dos décadas al frente del país del Golfo que coincidieron con el rápido ascenso de la nación en la esfera internacional. Las autoridades anunciaron 40 días de duelo, que comenzarán con tres días de suspensión de actividades tanto en el sector público como en el privado.
Las ricas reservas petrolíferas de los Emiratos fueron sin duda uno de los factores del éxito de EAU de estas últimas décadas, pero también el talante modernizador del sistema islámico que promovió Bin Zayed, muy por delante del de otros líderes árabes de la región. Presidente de Emiratos desde el 3 de noviembre de 2004, Bin Zayed había sufrido un derrame cerebral en 2014 que le llevó a asumir desde ese momento un perfil más bajo en los asuntos de Estado y a entregar sus competencias ejecutivas –aunque mantuvo las ceremoniales– a su hermanastro y actual líder ‘de facto’ del país, el príncipe heredero Mohamed bin Zayed Al Nahyan. Este tiene previsto asumir formalmente la jefatura del Estado.
El jeque Jalifa bin Zayed Al Nahayan sucedió en noviembre de 2004 a su padre, el jeque Zayed bin Sultan Al Nahayan , presidente y padre fundador de los Emiratos Árabes Unidos, rico Estado del Golfo que agrupa siete emiratos, entre ellos Dubái y la capital Abu Dabi. Jalifa comenzó su andadura política en 1971, con el nacimiento de la federación, cuando su padre le nombró viceprimer ministro del nuevo Estado. Presidió luego el Consejo Superior del Petróleo, organismo dotado de amplios poderes en el ámbito energético. Bajo el mandato del jeque Jalifa, los Emiratos vivieron un rápido desarrollo económico, impulsado por las riquezas petroleras de Abu Dabi, que concentra el 90% de las reservas de la federación, y que convirtieron además a Dubái en un centro de finanzas, lujoso destino turístico y centro crucial de transporte aéreo.
En el terreno de la política exterior, Jalifa optó no obstante por mantener un perfil más bien bajo, a la sombra de la gran potencia de la región, Arabia Saudí. Asegurada la estabilidad y la riqueza económica, el papel de motor diplomático fue asumido a partir de 2014 por el príncipe heredero, Mohamed bin Zayed, con decisiones polémicas. Una de ellas fue respaldar a Arabia Saudí en el establecimiento de un boicot económico a Catar, en 2017, por su supuesto respaldo al ‘terrorismo’ y a movimientos yihadistas. La última decisión de los Emiratos –firmar la paz con Israel dentro de los llamados Acuerdos de Abraham– le ha llevado en cambio a enfrentarse con el régimen de Riad, que sigue negándose a establecer relaciones con el Estado judío.
Jalifa será recordado como un líder árabe que trató de crear un sistema islámico ‘de rostro humano’ , con normas de tolerancia social y religiosa inexistentes en el resto de países del Golfo. Imprimió también un relativo tono democrático al sistema autoritario, con el establecimiento del voto directo de los 40 miembros del Consejo Nacional Federal, un órgano meramente consultivo del líder.