¿Una Primavera Árabe con retraso?

La acción diplomática occidental será ahora clave para que Sudán no caiga en manos de islamistas radicales

Francisco de Andrés

Ocho años después del proceso de cambio iniciado en Túnez, conocido como Primavera Árabe, los recientes acontecimientos en Argelia y ahora en Sudán ofrecen a primera vista la impresión de ser una resaca de aquellos movimientos liberales contra déspotas musulmanes. En el caso de Argelia, con una amplia clase media sufragánea del exilio en Francia, puede ser cierto. No es la situación en Sudán. Al Bashir deja el poder, después de 30 años, presionado por una protesta que tiene reivindicaciones estrictamente económicas: el desabastecimiento de productos básicos y la falta de liquidez en la población.

El Ejército -reaccio a desencadenar la represión sangrienta de las protestas- ha terminado derrocando a Al Bashir, y se presenta como garante de una "transición democrática". Sudán está a años luz de poder ofrecer esas garantías, por lo que lo previsible es la llegada al poder en Jartum de un alevín de autócrata; o, como alternativa, la convocatoria de elecciones, para las que solo están posicionados movimientos islamistas, más o menos radicales. Del apoyo internacional -que Occidente ha negado a Jartum estos últimos años- dependerá que el nuevo hombre fuerte sudanés se alinee con Occidente y pueda convertir a Sudán en un país fiable en la región del cuerno de África.

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