El presidente de Túnez disuelve el Parlamento para asegurar el Gobierno por decreto

Once años después de haber dado origen a la ola de revueltas conocida como Primavera Árabe, Túnez se aboca a volver al punto de salida

El presidente Saied con su Consejo de Seguridad Nacional en Cartago AFP

Francisco de Andrés

El presidente de Túnez, Kais Saied , decretó anoche la disolución del Parlamento, al que acusa de haber llevado a cabo un «golpe de Estado» por reunirse esta semana -estando suspendido- para rechazar los decretos emitidos por el Ejecutivo. Aunque la Constitución permite al presidente suspender el Parlamento durante 30 días, Saied mantenía interrumpidas las funciones del poder legislativo desde julio del año pasado.

Kais Saied llegó a la Presidencia en otoño de 2019 con el 73 por ciento de los votos y fama de independiente, al frente de un programa de lucha contra la corrupción. Casi tres años después, sus apoyos se han volatilizado: el país sufre una fortisima recesión económica, agudizada por la pandemia, y la contestación política en el Parlamento ha sido neutralizada por un gobierno por decreto, claramente antidemocrático. El partido islamista Ennahda, de infausta memoria para la clase medida tunecina tras su paso por el poder, sigue siendo el más representado en la Cámara baja, y mantiene viva la expectativa de regresar al gobierno. La alternativa laica no es mucho más halagüeña. El partido de oposición que ahora cuenta con más expectativas de voto está encabezado por un antiguo simpatizante del dictador Ben Alí, derrocado en la revuelta popular de 2011.

Pese a las dificultades políticas y económicas, el país ribereño del Mediterráneo de 12 millones de habitantes sigue siendo un modelo de relativo éxito democrático, tras más de una década de revueltas en toda la región. A raíz de los episodios en Túnez -la mal llamada Primavera Árabe-, se encendieron los levantamientos contra otras dictaduras laicas, en particular las de Irak, Siria y Libia , con el resultado devastador de las guerras civiles aún vivas.

Túnez logró emprender un camino propio, en medio de la inestabilidad política que ha generado la friolera de diez gobiernos en diez años. El paso breve por el poder del islamismo puso de relieve las contradicciones internas de Ennahda, filial de los Hermanos Musulmanes de Egipto, que no obstante sigue presentándose como un 'islam democrático'. El partido islamista sigue siendo el más importante, con una cuarta parte de los escaños en el Parlamento, aunque la 'vía tunecina' sigue estando asentada sobre el abanico de partidos laicos.

Saied ha llegado a la conclusión de que la democracia a la occidental es inadecuada para Túnez, y propone un referéndum para este verano que ponga en marcha un proyecto de nueva Constitución con una propuesta de régimen autoritario : más poderes para el presidente, y un Parlamento 'sui generis' donde no pesen los partidos políticos. Antes de que llegue ese momento -que devolvería a Túnez al punto de partida-, el jefe del Estado tendrá que superar la ola de huelgas que se avecina, y conseguir que el FMI acceda a un plan de rescate financiero.

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