«El hoy presidente de Irán estaba presente cuando me torturaban estando embarazada»

Entrevista con Faradeh Goudarzi, superviviente de las condenas de muerte firmadas en los años 80 por el fiscal Ebrahim Raisi

La disidente iraní Faradeh Goudarzi ABC

Francisco de Andrés

Miles de activistas y simpatizantes de la izquierda laica iraní, que lucharon junto al movimiento clerical islamista de Jomeini para derrocar al Sha, fueron ejecutados en el verano de 1988. La revolución devoró a muchos de sus propios hijos muy poco tiempo después de triunfar. En 1988, una ‘fatua’ del Líder Supremo, el ayatolá Jomeini, ordenó la ejecución de todos los prisioneros políticos. Entre ellos se encontraba Faradeh Goudarzi, simpatizante de los Muyahidines del Pueblo, la principal organización izquierdista. En 1982, cuando fue encarcelada, tenía 20 años y estaba embarazada. Faradeh fue una de las pocas prisioneras que escapó a las ejecuciones masivas firmadas por cuatro clérigos fiscales. Uno de ellos se llamaba Ebrahim Raisi. El pasado mes de junio, el antiguo fiscal de provincias fue elegido presidente de Irán.

—¿Cuál fue su primera reacción al conocer la elección de Raisi?

—De una infinita tristeza. Ebrahim Raisi fue durante años el brazo ejecutor del régimen represivo de los ayatolás, Su llegada al poder muestra hasta qué punto se ha corrompido el sistema.

—¿Cómo le conoció?

—En julio de 1982, cuando tenía 20 años y con un embarazo ya avanzado, fui detenida por ser simpatizante de la Organización de los Muyahidines del Pueblo y enviada a la prisión de Hamadán, en la que Ebrahim Raisi, entonces un mulá joven, ejercía como fiscal provincial. Fui torturada por varios guardias, mientras Raisi me observaba. Yo aún no le conocía, pero al regresar a la celda me dijeron que era Raisi. Tuve desgraciadamente la ocasión de verle muchas veces más, durante sesiones de tortura con cables eléctricos y agotadores interrogatorios.

—¿No tuvieron consideración por su embarazo?

—No. Di a luz a mi hijo una semana después de ser encarcelada, y pasé varios meses de confinamiento con el bebé, al que no podía alimentar más que con agua y azucarillos. Mi mayor angustia fueron las atrocidades que los guardias cometieron con mi hijo. En un interrogatorio, en el que estuvo presente Ebrahim Raisi, la tortura llegó a su climax.

—¿Qué ocurrió aquel día?

—Fue al final del verano de 1982, mi hijo tenía apenas 30 días de vida. Varios guardias entraron en mi celda y uno de ellos cogió al bebé y lo dejó caer al suelo. Quedé aterrada y en estado de shock. En ese momento otro guardián me desnudó. El fiscal Ebrahim Raisi estaba en la puerta observándolo todo.

—Usted fue detenida por pertenecer a un movimiento laico de izquierdas que ayudó al ayatolá Joemini a derrocar al Sha en 1979. ¿Qué pasó para que en tan poco tiempo el aliado se convirtiera en la ‘bestia negra’ del nuevo régimen?

—Yo tenía 17 años durante la revolución y mi conocimiento de lo que ocurría era muy limitado. Pero sé que ni los ayatolás ni los mulás estaban en las calles protestando contra el Sha. Jomeini regresó al país cuando la revolución había triunfado y simplemente nos la robó. Nosotros y otros grupos laicos no teníamos líderes: los pocos que había estaban en la cárcel. Asi que el carisma del ayatolá Jomeini se impuso, y con él su entorno de clérigos chiíes, entre ellos Ebrahim Raisi, que entonces tenía apenas 20 años y empezaba su fulgurante carrera en el nuevo sistema judicial islamista. Lo que pudo ser nuestra Primavera Iraní se convirtió en Invierno.

—¿Qué ocurrió con su familia cuando usted fue detenida?

—Mi marido fue detenido dos días antes que yo, y mi hermano el mismo día. A los tres nos acusaban de simpatizar con un movimiento antirrevolucionario. Mi marido no soportó las torturas y perdió el juicio. No obstante, fue ejecutado en 1984 en el patio de la prisión de Hamadán, con el sistema de la grúa: así ahorcaba en aquella época a los prisioneros políticos el régimen de Jomeini.

—¿Y su hermano?

—Fue ejecutado en el verano de 1988. Jomeini ordenó la ejecución de los prisioneros políticos, y una comisión de cuatro clérigos –en la que figuraba Ebahim Raisi– firmó las condenas. Con él fueron ejecutados unos 30.000 disidentes a lo largo de ese año.

—¿Cómo logró salvar usted la vida?

—Yo estaba en la lista de los condenados a muerte, pero soy de los pocos supervivientes de aquel año. Una delegación encabezada por el ayatolá Montazeri visitó la prisión de Hamadán, y pidió que se anulara la sentencia. De hecho fui puesta en libertad poco después.

—Su huida de Irán es relativamente reciente ¿Cómo ha podido sobrevivir durante todos estos años?

—Sí, tras mi salida de la cárcel pasé 28 años muy duros, no solo para mí sino para todos mis compatriotas. Intenté varias veces huir pero no lo logré; cada dos semanas tenía que presentarme en la policía y se mantenía un régimen de vigilancia, Cuando a mi hijo lo detuvieron y condenaron a cinco años de cárcel ya no me cupo la menor duda. Una vez que volvimos a reunirnos logramos escapar juntos al exilio.

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