Prender fuego o echar estiercol a las residencias de los diputados de Macron: el «juego» del verano en Francia

Una treintena de domicilios y oficinas de parlamentarios han sido objeto de ataques desde julio, cuando se aprobó un acuerdo comercial entre la UE y Canadá que los agricultores consideran perjudicial para sus intereses

Empleados municipales limpian de estiercol la entrada a la oficina de la diputada Monique Iborra, el pasadoviernes AFP

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Es el «juego» del verano francés: atacar a pedradas, con remolques de basura y estiércol , incluso metiendo fuego, las residencias personales y lugares de trabajo de los diputados del partido de Emmanuel Macron, La República En Marcha (LREM).

En dos semanas cortas, desde la aprobación parlamentaria del Acuerdo Económico y Comercial Global entre la Unión Europea y Canadá (CETA), el 23 de julio, una treintena de residencias y lugares de trabajo de diputados y senadores próximos a Macron han sido víctimas de actos de vandalismo «imaginativo» , para «protestar» contra la aprobación de un Acuerdo que los agricultores franceses consideran «amenazante» para sus intereses.

En Perpignan, tan próxima a la frontera española, una banda de agricultores decidió meter fuego a las oficinas de Romain Grau, diputado «macronista». Pudo evitarse el incendio, pero los «manifestantes» apedrearon las oficinas y montaron un «número» de protesta. El ministerio del Interior denuncia un «proyecto» de atentado.

En Poitiers, en Chatelleraut, en Loudoun, entre otras ciudades, bandas de agricultores más o menos organizados, han montado «números» diversos: manifestarse con tractores, antes de «descargar» cantidades importantes de estiércol y/o basura a la puerta de residencias y oficinas de diputados de LREM.

Céline Bois, secretaria general de la FDSEA (Fédération Départementale des Syndicats d'Exploitants Agricoles) de la Vienne, estima que las «llamaradas» estivales están anunciando una «cólera emergente»: «El presidente Macron no ha comprendido la cólera del campo francés. No entendió el movimiento de los chalecos amarillos . No comprende que los agricultores franceses rechazan el acuerdo tecnocrático del CETA, que nos venden como un éxito… los campesinos franceses tienen la impresión que Macron los ha traicionado, en Europa, acelerando la mundialización».

El juego veraniego de meter fuego o echar estiércol en la puerta de las residencias de los diputados «macronianos» se ha convertido en un hecho «revelador», que Eric Dupin, sociólogo, considera significativo: «Una cantidad creciente de agricultores franceses no toma vacaciones nunca. Por muchas razones. Entre otras, porque la economía doméstica y los calendarios agrícolas no dan para muchas vacaciones. Macron y su partido, por el contrario, se fotografían encantados, diciendo lo bien que va Francia y lo bueno que son los acuerdos agrícolas internacionales. Hay una Francia pobre y profunda que se siente incomprendida , víctima de una mundialización que percibe con inquietud. Macron no consigue escapar a su imagen de soberbia apenas contenida y satisfecha de sí misma».

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