¿Por qué el precio de los alquileres hizo caer al Gobierno de Suecia?
El Partido socialdemócrata, que ha gobernado durante prácticamente todo el siglo pasado, planteó hace 50 años el programa del «Millón de Viviendas», que suponía la construcción de 100.000 euros al año, pero nunca pudo cumplirlo
El precio de los alquileres en Suecia está regulado desde después de la Segunda Guerra Mundial, lo que ha desincentivado en extremo la inversión en la construcción . Ni se edifican nuevas viviendas ni se mejoran las existentes, de manera que para acceder a un piso hay listas de espera de una media de 20 años de las que forman parte aproximadamente medio millón de suecos. Los pisos son baratos pero no hay pisos para todos . El Estado ofrece viviendas públicas modestas «hyresrätt» en alquiler a perpetuidad y cuyo precio ha aumentado solo un 19% en la última década, aunque por encima del IPC, que ha subido un 12%. Pero este modelo es solo satisfactorio para los que ya han accedido a una de estas viviendas, que constituyen una casta privilegiada respecto a los que no pueden acceder a ninguna porque el sistema solo funciona si el Estado ofrece tantas viviendas como núcleos familiares. El Partido socialdemócrata, que ha gobernado Suecia durante prácticamente todo el siglo pasado, planteó hace 50 años el programa del «Millón de Viviendas» (Miljonrogrammet), que suponía la construcción de 100.000 euros al año , pero nunca pudo cumplirlo.
En los años 90, Suecia sufrió una grave burbuja inmobiliaria que paralizó la construcción durante una década, que ha coincidido con un momento de despegue demográfico. En la actualidad, 255 de los 290 municipios suecos sufren déficit de viviendas y el acceso al «hyresrätt» es imposible, lo que deja solamente la opción de comprar o formar parte de un «bostadsrätt», cooperativas de construcción de bloques que permiten el acceso vitalicio a una vivienda que se puede transferir o ceder, pero no vender . Se hicieron muy populares durante la anterior crisis, en la que el Estado sueco hubo de deshacerse de bloques debido a la crisis financiera, pero exigen una gran inversión personal que no todo el mundo puede permitirse y que nunca puede recuperarse por la prohibición de la venta. Así las cosas, en Estocolmo hay 580.000 habitantes apuntados a listas de espera y el ritmo de entregas de casa llega a cincuenta años vista.
Hasta antes de la pandemia la vivienda suponía en Suecia un grave problema social, pero la depresión económica que deja la pandemia lo convierte en un problema de desarrollo . La OCE ha advertido al país que la regulación de los alquileres tiene un impacto en el funcionamiento eficiente del mercado inmobiliario y que está bloqueando la inversión y el mantenimiento en un momento en el que no pueden quedar sectores aislados sin participar en el impulso de la recuperación. En su informe «Brick by brick. Building better housing policies» (Ladrillo a ladrillo. Construyendo mejor políticas de vivienda), recuerda que la vivienda es «una necesidad humana básica» y que resulta una cuestión capital para el bienestar humano. Y cita algunos procesos que lo están poniendo en entredicho, como »el fracaso del sector de la vivienda para proveer suficientes hogares donde la demanda es fuerte, como las áreas urbanas ricas en empleo».
En respuesta a esta situación, el gobierno de socialdemócratas y liberales de Löfven estaba preparando una nueva ley que liberaba el precio de las viviendas de nueva construcción, para desbloquear la situación y permitir que rentas más altas accedan a un precio superior a viviendas en mejores condiciones, dado que las viviendas actuales, sin mantenimiento durante décadas, dejan bastante que desear. Pero se encontró con la oposición del Partido de la Izquierda que ha insistido en que los alquileres baratos son un pilar irrenunciable del sistema de bienestar sueco y ha retirado su apoyo al gobierno en minoría, dando lugar a una crisis de gobierno todavía en vías de solución. Para derrocar a Löfven, con la excusa de salvaguardar los alquileres baratos, han votado una moción de censura junto con los conservadores y la extrema derecha, que por su parte proponen soluciones al problema de la vivienda bastante más radicales que las de Löfven.
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