Pedro Rodríguez - DE LEJOS

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La lucha contra la pandemia amenaza las libertades básicas de la UE, el mercado único y Schengen

Pedro Rodríguez

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Los problemas suelen caracterizarse por no llegar nunca en un buen momento (por eso son problemas). Y para la Unión Europea, el coronavirus no ha podido llegar en un peor momento. Para luchar contra la pandemia, el primer instinto de muchos países miembros ha sido el ensimismamiento, olvidarse de sus compromisos multilaterales y cerrar fronteras a cal y canto. Una reacción, más o menos comprensible, pero que viene asociada con un enorme coste para el proyecto europeo. Precisamente cuando se suponía que la coyuntura inicialmente favorable del 2020 (menor amenaza terrorista, control de la crisis de refugiados y formalización de Brexit) tendrían que haber servido para relanzar el proyecto fundamental europeo de fronteras internas abiertas.

Aunque el cliché insiste en repetir que el Covid-19 no conoce de líneas de demarcación, la resurrección de las fronteras entre los países del Viejo Continente amenaza con socavar las cuatro libertades fundamentales de la Unión Europea: el libre movimiento de bienes, servicios, capitales y persona. Además de poner en tela de juicio el mercado único y de convertir en papel mojado el acuerdo de Schengen que vincula a 26 países en la eliminación de controles al tránsito de personas y la abolición de fronteras comunes.

Entre los cheerleaders del cierre de fronteras destacan la extrema derecha y los nacional-populistas, cada vez con mayor protagonismo político en diversas democracias europeas. La ironía poco sutil es que estos partidarios del resentimiento y el miedo siempre aborrecieron la idea de eliminar fronteras por el riesgo a las esencias patrias percibido por todos aquellos que compiten para ver quién se parece más a uno mismo.

No podemos superar este reto existencial olvidando que Schengen, por mucho que haya sido cuestionado en los años anteriores a la pandemia, es una de las grandes victorias de Europa. Un logro asociado con prosperidad y la construcción de una identidad común a la que algunos se empeñan ahora en poner mascarilla. Entre los síntomas del coronavirus no debería figurar la amnesia.

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