Pedro Rodríguez - DE LEJOS

Retorno a Nixonlandia

Trump se inspira en 1968 al fomentar el caos en EE.UU. y presentarse como candidato de ley y orden

Pedro Rodríguez

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Descrédito internacional, violencia extrema, sobredosis de miedo e incertidumbre, retroceso económico, polarización política, protestas raciales y populismo desatado. Por el principio de que la historia no se repite pero a veces rima bastante, la misma descripción a brocha gorda de Estados Unidos en 2020 se puede aplicar a 1968, el año que realmente nunca ha terminado para el gigante americano y que se ha convertido en la última fuente de inspiración electoral para Donald Trump.

Durante esta semana especialmente trágica, el ocupante a veces del Despacho Oval y otras del búnker de la Casa Blanca –según el nivel de bronca en torno al 1.600 de la Avenida Pensilvania– ha demostrado su contumaz coherencia a la hora de anteponer intereses personales a los intereses nacionales. En su último paroxismo populista, Trump ha fomentado en Estados Unidos una espiral de enfrentamientos y caos no recordada desde el asesinato de Martin Luther King. Y al mismo tiempo no ha dudado en autoproclamarse como el candidato de la ley y el orden, amenazando literalmente con la Biblia y el despliegue de tropas federales.

Para disimular su demencial gestión de la pandemia, el Trump pirómano-y-bombero-a-la-vez ha copiado a Richard Nixon en su victoriosa campaña de 1968. Durante aquel memorable pulso presidencial, que transformó y fracturó para siempre la política americana, Nixon entendió que cuanto más violentos fueran los enfrentamientos raciales en Estados Unidos, y peores las noticias provenientes de Vietnam, mayores serían sus posibilidades de llegar a la Casa Blanca.

Además de inventarse y jugar con «mayorías silenciosas» y «estrategias sureñas», Richard Nixon también contó con la maléfica perspicacia de un joven asesor llamado Kevin Philipps que le hizo saber que «el gran secreto» de la política americana no era otro que identificar quién odia a quién. Con toda la zafiedad de la que es capaz para cortejar una minoría más bien vociferante pero suficiente para ganar un segundo mandato, Trump también intenta utilizar el mismo secreto odioso que hizo posible Nixonlandia.

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