Pedro Rodríguez - DE LEJOS

El retorno de las fronteras

La pandemia de coronavirus debilita a la globalización y viraliza al nacionalismo

Pedro Rodríguez

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America First» –ese eslogan del ensimismamiento nacionalista de EE.UU. durante el periodo de entreguerras resucitado por Donald Trump– puede convertirse en la mejor etiqueta para identificar el mundo de la pospandemia. Un mundo mucho menos interconectado; bastante más unilateral; de fronteras tan solo entreabiertas; dominado por una desesperada preeminencia del Estado-nación; reluctante hacia el libre comercio; y donde el recelo y la desconfianza amenazan con desplazar a la cooperación y las alianzas como motor de las relaciones internacionales.

Ante la traumática experiencia del coronavirus, ningún gobierno con un mínimo de responsabilidad y recursos propios va a seguir tolerando la dependencia generada por exportaciones procedentes de China para cubrir necesidades básicas de material sanitario y fármacos. La pandemia, aprovechada por toda clase de especuladores dispuestos a lucrarse con tanto sufrimiento, ha demostrado la fragilidad y la más que cuestionable fiabilidad de las cadenas globales de suministro.

Dentro de este retorno de las fronteras con más fuerza que nunca, la pandemia estaría actuando como elemento acelerador de una serie de tendencias políticas destiladas desde hace tiempo: proteccionismo; relocalizar en casa la producción de bienes y servicios; mayores controles de fronteras; reducida aceptación a la hora de acoger inmigrantes y refugiados; y desafección con respecto a compromisos y alianzas internacionales. Un panorama al que solamente le hace falta una profunda recesión económica para recrear por completo la tragedia de los años treinta del siglo pasado.

Es evidente que la pandemia debilita a la globalización y fortalece a los Estados. Ante una amenaza tan grave, resulta casi inevitable el impulso de buscar la autoridad, la organización y la capacidad financiera de los Estados. Y también resulta más que razonable aprender y rectificar los problemas expuestos por el coronavirus. Cambios y correcciones son inevitables. Sin embargo, el terrible resultado de estas circunstancias tan excepcionales sería una espiral virulenta de nacionalismo, con la consiguiente proliferación de conflictos. Lo peor que puede pasar es que lo inaceptable termine por convertirse en aceptable.

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