Pedro Rodríguez - DE LEJOS
Un rebrote de anarquía
En el creciente conflicto entre China y Estados Unidos, todo el mundo sale perdiendo
Un solo cuatrimestre puede dar para mucho. Entre enero y febrero, la Administración Trump celebraba como una especie de triunfo propio el brote de coronavirus originado en Wuhan. A los múltiples frentes abiertos con China –comercial, geopolítico, tecnológico– se había sumado el Covid-19. Y de forma precipitada, Washington creyó que la balanza se inclinaba providencialmente a su favor.
La idea inicial de los americanos es que los comunistas chinos, precisamente por su propia inclinación hacia el secretismo y a no quedar en evidencia, estaban fracasando calamitosamente en la respuesta al coronavirus. Y que al desprestigio del régimen de Xi Jinping habría que sumar un desastre económico sin precedentes. Hasta Wilbur Ross, el creepy secretario de Comercio de Trump, se atrevió a pronosticar que el terrible problema sanitario de China era una buena noticia para los trabajadores americanos, víctimas de la competencia desleal de la globalización.
Por supuesto, este júbilo muy poco racional resultó ser pasajero. Conforme el virus empezó a expandirse por Occidente, la marea viral empezó a cambiar. Beijing quería demostrar que su creciente autoritarismo era la más efectiva receta contra la pandemia, que ellos no tenían responsabilidad alguna en el origen de la pandemia y que China saldría reforzada de esta crisis. Para que ese relato cuajase, se ha empleado más palo y zanahoria que nunca. Y tampoco ha venido mal para ese giro copernicano la demencial gestión de la Administración Trump frente al coronavirus.
La incómoda verdad detrás de esta montaña rusa, según ha explicado el ex primer ministro australiano Kevid Rudd en la revista Foreign Affairs, es que tanto Estados Unidos como China tienen todas las papeletas para salir de la pandemia significativamente debilitados dentro y fuera de sus fronteras. Con el resultado de mayor anarquía y caos en el orden internacional en perjuicio de todos. Es lo que pasa cuando el nacionalismo avanza posiciones frente a la cooperación para perjuicio del comercio, la seguridad o cuestiones de vida o muerte como la gestión de pandemias.